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Cuando Yumí y Catalina Zabala consideran las posibilidades
de tener relaciones cuando ella toma la forma de una enana, el
diálogo entre ambos revela más que esas posibilidades:
"… me mandaré a hacer una casita pequeña a mi medida, con
muebles todos como para mí.
—Pero allí no cabré yo…
ya que si hicieran el amor de frente concebirían hijos monstruosos, de ahí que dentro
de la novela exista una identificación entre la Mulata y la Luna. Asturias comenta al
respecto: “No sabemos por qué, si porque ella tiene gustos anormales o por alguna otra
razón. Los textos indios dicen que los dioses castigaban severamente a los que hacían el
amor ´vueltos hacia el lado indebido´. No sabemos si se referían a la homosexualidad o
simplemente a la postura anormal” [Harss, 1966: 123-124]. Según un mito mesoamericano,
apunta René Prieto, la Luna solamente toma sin dar, puesto que no puede producir su
propia luz, toma la que el Sol produce, por ello es considerada estéril, lasciva, inconstante
y veleidosa [Prieto, 1993: 181]. De ahí que para Prieto este mito sea la metáfora ideal para
hablar de Mulata de tal como una narración en la que se castiga al hombre por su avaricia
y su egoísmo y por abandonar sus valores tradicionales, y de ahí también que el castigo
sea precisamente la condena a la infertilidad, representada por encima de todos los
personajes como la figura de la Mulata. Sin embargo, las creencias populares con respecto
a la Luna son muy diversas y contradictorias, en el Códice de Dresden aparecen la figura
de la diosa Lunar son muy diversas y contradictorias, en el Códice de Dresden aparece
la figura de la diosa Lunar con aspecto de una vieja que derrama agua en su cántaro,
agua que “Siempre es benéfica y nunca causa daño a las sementeras ni a la humanidad”
[Girard, 1962: 26-27]. En Esoterismo en el Popol Vuh, Girard presenta a la Luna como la
“abuela del Sol, la abuela de la luz la deidad que rige durante la Tercer Edad del mundo”
[Girard, 1972: 49], que se identifica con la etapa matriarcal y que se encuentra asociada
con otras deidades femeninas, que luego se convertirán en dioses cuando la sociedad
pasa del régimen matriarcal al patriarcal durante la Cuarta Edad [Girard, 1972: 119], que
corresponde a la creación final de seres pensantes y capaces de adorar a los dioses. En
el Popol Vuh, según Girard, luego de que los señores de Xibalbá le cortaran la cabeza a
Hunhampú, “Ixbalamqué, sola en medio de los entes infernales ejemplifica las funciones
de la diosa Lunar que defiende sola a la humanidad contra los monstruos de la noche,
cuando el Sol ha desaparecido del horizonte. Desde entonces los balam (tigres) nahuales
o alter ego de la deidad femenina, vigilan durante la noche el pueblo, los caminos y las
heredades del indio.” [Girard, 1972: 166). Según esta interpretación la Luna es considerada
como una entidad protectora de carácter positivo cuyo papel dentro del ciclo cósmico
sería paralelo al del Sol, versión que contradice las características negativas asignadas
generalmente a la Luna en otros mitos.