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Celestino, contento de tenerla cerca, le echó mano en seguida, 
metiéndole los dedos, como peineta, por detrás de la nuca, entre 
el pelo, caricia que aquella respondió con un mohín de enojo. 

—¿Cuánto querés?

—¡Lo que lleva en la cartera!" [40-41].

La complejidad de una novela como Mulata de tal hace necesario 
el uso de citas extensas como la anterior, pues solamente así es 
posible acercarnos a los diversos niveles del discurso. De entrada 
observamos que desde el primer momento la presencia de la 
Mulata queda establecida a partir de su definición en el plano de 
lo sexual -y hasta cierto punto animal-; además, es posible ver que 
la combinación entre el ritmo acelerado del discurso -conseguido 
por la combinación de interrogaciones y exclamaciones, tan 
frecuentes en toda la novela- y el uso de un vocabulario particular 
-carcajadas, carbones, pistola, bala, sacudir, etc.- refuerza las 
situaciones violentas ilustradas por la cita seleccionada. Y como 
si esto fuera poco, existe un irónico juego dentro del discurso, 
ya que por un lado se nos presenta la figura de un Celestino 
envalentonado, con la seguridad que el dinero y una pistola le 
confieren, que no duda en “tomar” a la Mulata; por otro lado, 
al lector se le otorga la posibilidad de obtener una visión más 
completa, la de una Mulata que se sabe poseedora del poder. Este 
juego discursivo se nota a su vez en el manejo de dos perspectivas 
paralelas dentro de un mismo plano narrativo, en principio la 
Mulata es descrita como un ser prácticamente indefenso: “Tan 
planta de infeliz vestida con un traje amarillo que era baba de 
tan viejo y usado, sobre su cuerpo de potranca, que estaría en 
busca de dueño” [40], pero su actitud inmediatamente modifica 
esta primera impresión; el primer acercamiento físico de Celestino 
es nombrado como una “caricia”, pero la descripción de esta 
aparente caricia muestra que se trata de un contacto violento: