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la ambición de Yumí, que cambia a Catalina Zabala, su esposa, 
por riquezas. Éste justifica su ambición al aceptar la versión de 
Tazol, el demonio que le propone todo, sobre el engaño de su 
esposa, casi inmediatamente después aparece la figura de la 
Mulata, cuya primera descripción no corresponde al poder que 
mostrará después:

"… con una sola nalga en el respaldo de la banqueta, los pies en el 
asiento, encontró Yumí a la mulata.

Los ojos negrísimos de la fulana no lo dejaron seguir adelante. 
Se detuvo y la contempló con la insolente seguridad del rico 
que sabe que no hay mujer que se le resista, menos aquélla, tan 
planta de infeliz, vestida con un traje amarillo que era baba de 
tan viejo y usado, sobre su cuerpo de potranca, que estaría en 
busca de dueño.

Celestino… le ofreció la mano, pero aquélla, sin moverse, 
quedósele mirando, lo atravesó con los carbones de sus ojos, igual 
que si hubieran estado encendidos, de parte a parte, y después 
de una carcajada violenta, de perra con blanquísimos dientes que 
parecían maíces de marfil, ensartados en encías de carne viva, le 
dio la espalda y echó a correr, no sin antes gritarle:

—¡A que ahora no andas con la bragueta a media flor!...—

Yumí se hamacó sobre sus piernas… peló una de sus pistolas, y 
le gritó:

—Si no te parás, te meto un tiro…

A la mulata se le heló la risa, sus dientes ya no eran maíces, sino 
granizos… Vino hasta donde estaba Yumí, dispuesto a echar bala, 
y le dijo al tiempo de sacudirlo por los brazos:

—¡No vayas a ser bruto!