179

conflicto entre cosmovisiones desde la Conquista hasta la fecha. 
La novela tampoco ofrece soluciones, pero sí deja sembrado el 
terreno sobre la necesidad de buscarlas

162

. En este sentido, por 

el contrario, habría que preguntarse si los materiales que dan 
forma a la novela, como el maíz al hombre, no conducen acaso 
a una representación más realista que mágica de los problemas 
identitarios, e incluso premonitoria de la tragedia que vendría por 
el racismo y la negación de esas partes crucialmente constitutivas. 

En suma, a través de esta novela, Miguel Ángel Asturias se hace 
acreedor de la imagen que él mismo construyera: aunque “ladino”, 
el escritor se autorretrata y posiciona figurativamente, con empatía, 
como “El gran lengua” (Asturias, 1961), como imagen del poeta 
que representa y “protege” a su pueblo, recurriendo para ello al 
mundo mítico mesoamericano que, como bien lo demuestra, no 
le es ajeno. A pesar de la oscuridad que por momentos imprime el 
lenguaje poético letrado a las palabras míticas –originalmente de 
naturaleza oral– los materiales indígenas adquieren trascendencia 
y visibilidad. Más allá de todas las lecturas simbólicas que puedan 
hacerse y de las objeciones respecto de la legitimidad de que 

162

 Arturo Arias, al analizar lenguaje e ideología en la novela, sostiene que a través de 

ella Asturias “logra resolver (…) la contradicción entre los mundos ladino e indígena 
que están en la base misma de la ideología del autor” y aclara luego que éstas serían 
“soluciones ladinas para un ‘problema indígena’” a la vez que mostrarían “el reconocimiento 
y reafirmación del mundo maya como esencia del ‘alma nacional’…” (Arias, 1992, p. 563).  
No estoy de acuerdo con esta interpretación de la novela como el despliegue de una 
solución, o como aislando lo indígena como “el” elemento problemático. Por el contrario, 
creo que una de las pautas más interesantes que introduce Hombres de maíz es que 
precisamente expone el problema de la articulación de las diferencias (como señala 
Morales, 2001) entre los grupos que coexisten en un territorio con visiones enfrentadas. Sí 
coincido con Arias –como este trabajo una vez más lo confirma– en la importancia de leer 
la novela con un énfasis en lo ideológico, así como en entender que a través de este texto 
“Asturias introduce un nuevo sentido de identidad y, simbólicamente, un nuevo orden 
social que altera los valores fundamentales en los cuales se basa la sociedad guatemalteca 
tradicional” (Arias, 1992, p. 567). Sin embargo, como bien lo aclara el crítico, esto sucede 
“simbólicamente” y es un planteo que queda abierto, sin solución, como un problema a 
pensar, sobre todo si nos situamos en esa brecha entre último episodio y epílogo.