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vez, esto muestra al lector aspectos histórico-sociales de los
indígenas de Guatemala –en el sentido de presentar elementos
histórico-contextuales que hacen a la trama creíble o verosímil–
desde aspectos constitutivos de su cultura. Sin embargo, estos
pueden ser percibidos por un lector que se posiciona desde el
paradigma occidental –desinformado, desprevenido o con una
actitud “turística”– como elementos mágicos o, incluso, folklóricos
que sirven para generar conflicto solamente dentro de la ficción.
Sin embargo, el mito actúa en cambio como fuerza de resistencia
y preservación que trasciende lo ficcional. Por ejemplo, en lo que
refiere al tema central de la sacralidad del maíz, que es el caso
más evidente del texto, reiteramos que el conflicto se produce
por la imposición desde afuera de su concepción como objeto
de valor comercial por parte de los ladinos con la consecuente
desacralización que lleva luego al desprecio de lo que era otrora
divino, y por lo tanto, a la condena de la deshumanización.
La oposición implícita entre el final dado al episodio de “Correo-
Coyote” y el “Epílogo” muestra este conflicto al implicar un
contraste entre lo terrenal y mítico, o entre planos de lo real:
mientras en el primero –el episodio– se unen los cabos sueltos de
la historia mítica que el texto mismo construye en torno a la figura
de Gaspar Ilóm, su mujer y la venganza de los brujos (encargados
de mantener las leyes de la cosmovisión indígena y proteger a
quienes las respetan), el segundo –el Epílogo– hace lo mismo en
otra instancia al marcar sintéticamente los destinos terrenales y
simples de los personajes en un período cercano a la finalización
del relato (mediados del siglo XX). La coexistencia ambigua
de planos de realidad y/o cosmovisiones se ve expresada en el
cuerpo de la novela perfectamente en la escena en la que María
Tecún navega junto a Nicho Aquino:
—También usté sabe lo de la piedra, pues…Entonces, según, ésa
soy yo; piedra allá y gente aquí…