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se ha observado, que existe un compromiso o al menos una
preocupación social que se proyecta desde lo literario a través
de los interdiscursos que ponen en diálogo, oponen y montan
en paralelo las visiones de mundo indígena y la occidental/
europea/“ladina”, siendo la ficción o el recurso poético lo que
enlaza y da sentido al todo. De alguna manera esto permite
ver plasmada en el texto esa “preocupación social” por la difícil
convivencia cultural de los distintos grupos en Guatemala.
Si retornamos a la trama, ya señalamos que desde el primer episodio
se presenta al lector con dos cosmovisiones con sus respectivas
leyes que se ven enfrentadas. Una de estas cosmovisiones (la
europea-occidental o ladina) conduce a la expectativa de una
narrativa estructurada linealmente y de argumento monolítico,
sin aparentes digresiones; la otra (la indoamericana o nativa), en
cambio, supone un orden circular o espiralado, dado entre otras
cosas por una concepción diferente de la temporalidad, donde
predomina lo plural. Así, el primer episodio es “desencadenante”
en varios planos. Primero, en el plano mítico, es desencadenante
de la venganza de los brujos que tiene varias muertes como
consecuencia, indicando una linealidad en la historia hasta el
episodio “María Tecún” que, a su vez, también tiene su origen en el
primero, “Gaspar Ilóm”, en tanto este desencadena el surgimiento
del mito de las tecunas al estar marcado por la huida de la Piojosa
Grande (primera mujer que huye para salvarse y a su hijo). En otro
plano, se constituye como un punto de referencia –el cacique
de Ilóm– en las luchas indígenas a partir del cual el conflicto se
prolonga y acentúa, así como representaría simbólicamente el
origen de un conjunto de creencias en torno a un problema social
en una zona de Guatemala en lo que se refiere a las tecunas.
Desde el inicio, entonces, el texto coloca a sus personajes en un
mundo donde los hechos que referirían a lo real y las creencias
que demarcarían lo mítico se conjugan simultáneamente. A su