175
diferentes formas de ver el mundo. De aquí que la pregunta sobre
el sentido de “denuncia” o al menos “reivindicación” sea tal vez la
más compleja.
Al respecto, en La voz y su huella, Martin Lienhard (1990) señala que
“una interpretación de Hombres de maíz podría circunscribirse a
examinar el modo en que el escritor convierte en lenguaje artístico
el conflicto histórico entre indios y ladinos en el área maya” (p. 317),
pero luego descarta esta vía de entrada al texto por considerarla
conducente a malentendidos interpretativos, ya que podría llevar
a una analogía con lo que sucede a nivel de la historia nacional con
la apropiación política ladina de figuras como la de Tecún Umán.
Para este crítico, en cambio, existe en la novela de Asturias “una
reflexión ficcionalizada sobre las sucesivas manipulaciones de
la materia mítico-legendaria” (p. 319). Lienhard intenta, después
de esta observación, llevar la novela al terreno antropológico,
aunque finalmente descarta su valor como etnoficción. Tal vez,
precisamente el “malentendido interpretativo” resida en llevar
el texto por completo a otra disciplina o querer hacerlo decir y
representar lo que no es ni intenta ser: un compendio de mitos y
tradiciones recreadas en una ficción moderna. En cambio, lo que
hace Asturias está dado dentro de un proceso creativo y resulta
mucho más complejo; puede –y tal vez, debe– leerse la novela
con toda riqueza desde otras disciplinas, pero sin olvidar que su
terreno de anclaje es el literario. Por eso, coincido con la primera
opinión citada de Lienhard –sobre la conversión del conflicto en
lenguaje artístico– aunque no con el contradictorio análisis que le
sigue, puesto que tal es la clave de la “magia”, a veces oscura, del
texto y el desafío al lector que marcaba el propio Asturias.
¿Equivale ese desafío y esa proyección de la historia y realidad
social desde lo mítico-poético a una “denuncia” o, todavía
más, a pensar en el texto como “libro de la angustia y agonía
de Hispanoamérica” (Verdugo, 1968, p. 79)? Es notable, como