166
Discursos de origen o el origen del discurso
Ya desde su epígrafe (“Aquí la mujer/yo el dormido”),
probablemente extraído del último verso del “Canto de
Atamalcualoyan”, según aclara Martin en sus notas a la edición de
Archivos (Asturias, 1992, p. 282)
156
, la novela tiende lazos de unión
con textos de origen precolombino recopilados y traducidos
en época de la conquista (e incluso mucho más tardíamente),
así como con tradiciones indígenas que continúan vigentes,
habiendo sido algunas de ellas registradas por los cronistas. Tales
lazos no son siempre producto, como en este caso del epígrafe, del
recorte e incorporación directa, por medio de cita o glosa de otro
texto, sino que parecen, en general, perfectamente imbricados
en el discurso novelístico, funcionando como interdiscurso.
157
Si
bien me interesa particularmente el aspecto semántico y luego
ideológico de esa interdiscursividad, puede notarse que se trata
de una relación dada en todos los planos de Hombres de maíz,
donde otras voces y textualidades se hilvanan para formar el
intricado tejido ficcional resultante.
156
Nótese que, sin embargo, se trata de una interpretación puesto que entre los versos
finales del “Canto de Atamalcualoyan” según la traducción de Garibay (“–¡Ya con mi
mano hago dar vuelta a la mujer, / yo soy el acostador!”, Garibay, 17) y el epígrafe existe
una diferencia considerable. Por ejemplo, mientras “yo, el dormido” indica pasividad del
sujeto, resulta todo lo contrario en la versión de Garibay, donde el sujeto es un “hacedor”,
un agente con poder sobre otros (la mujer explícitamente). Esto, por supuesto, daría
para un extenso trabajo no sólo sobre el rol de los textos indígenas, sino sobre género.
Solo acotaremos aquí que si según Garibay, el fin refiere al “concúbito sacro” (ibidem), lo
que hace más interesante la versión de Asturias (si en efecto se trata del canto) es que
este creador (dios u hombre) retratado en Hombres de maíz, lo haría en sueños y no por
voluntad “consciente”, poniendo sobre el tapete desde el inicio la cuestión no solo de lo
mítico y sagrado indígena, sino de lo surreal en la novela.
157
Sigo aquí la definición de interdiscurso de Dominique Mainguenaeau (1980)
–originalmente teorizada por su maestro Michel Pecheux– que supone la adopción
(o “apropiación”) de materiales discursivos de otras fuentes/enunciados, que son
textualizados en el nuevo discurso, refuncionalizándose de diversas maneras en la
obra resultante.