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se interrelacionan esos aspectos “míticos” dados por los materiales
indígenas incorporados y el relato que refiere en mucho a la
historia de la conquista tanto como a un presente guatemalteco,
situado posiblemente en la primera mitad del siglo XX, tiempo
de los años formativos de Asturias, de escritura de la novela
y de particular puja en la región de los intereses capitalistas,
positivistas y “modernizadores” de la nación. Lo “mítico” no lo es
tanto puesto que refiere a una realidad recurrente y a creencias
que se actualizan y afectan el presente del relato (y más allá). No
se trata de un uso folklórico de lo indígena, sino de un intento de
representación del papel vital en el entramado socio-cultural y en
la(s) realidad(es) de la región. Uno de los primeros en notar esto
fue Luis Cardoza y Aragón, también defensor apasionado de la
novela a la que vio como un extenso poema en el que la realidad
guatemalteca se despliega en toda su complejidad (1991).
En este contexto, sumándonos a discusiones sobre el propósito
de lo que podría verse como una apropiación cultural por parte
de Asturias –argumento simplista desde mi perspectiva– este
trabajo retoma los planteos de un ensayo anterior (Walas, 1999)
a la luz de nuevas perspectivas críticas para re-pensar el rol de
los diversos materiales indígenas que se imbrican y re-semantizan
en el contacto con la lógica occidental del relato y la letra, por
una parte, y por otra, en el intento de representar el conflicto
social en una región donde más que convivencia, coexistencia o
integración de culturas, se ha dado –y sigue hoy– una continua
lucha, impidiendo la formación de una identidad fluida en su
multiculturalismo. En tal sentido, Asturias lograría por medio de
la literatura –en su condición paratópica (Maingueneau, 2016) –
y en la propia representación del conflicto dada en el montaje
de relatos interconectados, configurar un mundo donde esa
identidad potencialmente se prefigura y donde el componente
cultural indígena es reivindicado como central a la misma.