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más incomprendida –acaso algo buscado o “a propósito”, según 
indicaría lo dicho en esta entrevista en la idea de no hacer 
“concesiones”. Se podría decir que, por las mismas razones, 
la crítica en general se ocupó de descontar el valor estilístico y 
conceptualmente revolucionario de la novela, por lo menos hasta 
finales del siglo XX cuando llegaron nuevas perspectivas teóricas 
y lecturas, sobre todo las lideradas por Gerald Martin a través de 
su Journeys through the Labyrinth (1989) y la elaboración de las 
ediciones críticas.

En efecto, la novela se presenta llena de zonas que muestran, 
incluso desde la superficie de su impermeabilidad comprensiva, la 
convergencia entre cultura occidental (con su arte letrado, orden 
lineal y monoteísta), y cultura indígena (cuya concepción de arte, 
lenguaje y vida están ligados a una cosmogonía mítica compleja, 
cíclica y fluida). Hay por cierto un mensaje que se quiere convenir 
en esa cerrazón de mundo indoamericano al que el lector accede 
si, y solo si, acepta las reglas del texto. Por supuesto, primero 
cabe descifrar tales reglas y los caminos son múltiples, algunos 
conducentes a un tembladeral interpretativo. 

De esas reglas y sobre las defensas y prejuicios que el lector debe 
abandonar para adentrarse en ella, lo que refiere a la presencia 
e importancia del componente indígena es una cuestión 
ineludible. Es por esa razón que constituye también uno de los 
aspectos más trabajados de la novela, al punto de haber llevado 
a clasificar el texto, reductivamente, como “narrativa mitológico-
folklórica” o “mítico-mágica”

155

. Pero como ya se ha demostrado 

más contemporáneamente dicha clasificación resulta parcial y 
simplista, sobre todo porque evita entrar en un análisis sobre cómo 

155

 Me refiero, por un lado, a lo mencionado por Verdugo en la introducción y estudio 

preliminar a la edición crítica de Viernes de dolores (en Asturias, 1977, XIV), y luego a la 
clasificación implícita en el estudio de Alzamora (1970), como dos ejemplos de dicha 
clasificación. Ambos son, sin embargo, estudios de los años setenta.