160

victimario, débil/fuerte y deja cierto espacio para construir nuevos 
paradigmas según los contextos sociales e históricos. 

Se produce lo que Roselyn Constantino llama una «inversión de 
los signos»

151

; asimismo el juego de los sombreros en la capotera –

los sombreros parecieran funcionar como un símbolo de virilidad, 
del poder sexual del hombre– que Fanto tiene que volver a 
colocar al final de la pieza en el árbol de las cabezas, provoca 
cierta inestabilidad genérica.

152

Asturias se coloca finalmente, respecto al absurdo, dentro de una 
farsa de representación de la identidad sexual: un buen ejemplo 
vendría a ser la imagen carnavalizada de Fanto cuando se prueba 
el sombrero que le queda grande. El autor guatemalteco pareciera 
haber elaborado una intriga, cuya importancia mayor está en la 
revisión de cómo el poder funciona dentro de las relaciones que 
conforman las estructuras sociales en Latinoamérica.

151

 Peter Roster y Mario Rojas. De la colonia a la postmodernidad. Teoría teatral y crítica 

sobre teatro latinoamerican. Buenos Aires: Editorial Galerna, 1992, p. 248.

152

 La imagen de la serpiente subiendo por la capotera del final de la pieza, sugiere 

no únicamente la idea cristiana del pecado, sino que se acerca mucho más a uno 
de los símbolos astrológicos del México antiguo, ya que la serpiente se constituye 
en el referente simbólico del falo, y era considerado el más potente de los signos.  
Gerald Martin, op. cit., 367.