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victimario, débil/fuerte y deja cierto espacio para construir nuevos
paradigmas según los contextos sociales e históricos.
Se produce lo que Roselyn Constantino llama una «inversión de
los signos»
151
; asimismo el juego de los sombreros en la capotera –
los sombreros parecieran funcionar como un símbolo de virilidad,
del poder sexual del hombre– que Fanto tiene que volver a
colocar al final de la pieza en el árbol de las cabezas, provoca
cierta inestabilidad genérica.
152
Asturias se coloca finalmente, respecto al absurdo, dentro de una
farsa de representación de la identidad sexual: un buen ejemplo
vendría a ser la imagen carnavalizada de Fanto cuando se prueba
el sombrero que le queda grande. El autor guatemalteco pareciera
haber elaborado una intriga, cuya importancia mayor está en la
revisión de cómo el poder funciona dentro de las relaciones que
conforman las estructuras sociales en Latinoamérica.
151
Peter Roster y Mario Rojas. De la colonia a la postmodernidad. Teoría teatral y crítica
sobre teatro latinoamerican. Buenos Aires: Editorial Galerna, 1992, p. 248.
152
La imagen de la serpiente subiendo por la capotera del final de la pieza, sugiere
no únicamente la idea cristiana del pecado, sino que se acerca mucho más a uno
de los símbolos astrológicos del México antiguo, ya que la serpiente se constituye
en el referente simbólico del falo, y era considerado el más potente de los signos.
Gerald Martin, op. cit., 367.