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es objeto, nos acercan a esta teoría de Lakkof. Algunos de los 
términos, de fuertes connotaciones peyorativas, en el primer 
tiquismiquis por ejemplo, son los siguientes: «pérfida», «víbora», 
«sérpens», «vértigo», «víscera», «autómata», «tácita», «mísera», 
«lápida», «póstuma», «ánima», «réplica» e «inútil».

Sin embargo, también Miguel Ángel Asturias deja en la mesa 
de discusión el hecho que a diferentes discursos pueda 
corresponderse, en esencia, una diferencia transcultural, como 
algunos de los estudios de Deborah Tannen han establecido. En uno 
de sus planteamientos centrales, Tannen habla sobre las diferencias 
discursivas entre hombres y mujeres como una diferencia entre 
culturas; cuando piensa en personas pertenecientes a los dos 
géneros, piensa en interculturalidad.

En algunas de las obras narrativas de Asturias como Hombres de 
maíz
, se produce una desterritorialización del sujeto femenino. La 
esencia de ser mujer es filtrada por la visión masculina, mestiza 
y patriarcal de Asturias, lo que provoca- en la primera mitad del 
siglo- naturalmente la desintegración de la imagen del sujeto 
femenino y su consabido discurso. En Hombres de maíz el lector 
nunca sabe qué realmente pensaban las «mujeres de maíz» pues 
no hay discurso que las defina y las ubique en un plano ficticio 
ante el lector: simplemente son entes, ideas, simbolizaciones. Lo 
que hace suponer que en esta pieza dramática en relación con 
su novela publicada en el 49 –aunque las obras puedan dialogar, 
pues el autor retoma un tema trabajado anteriormente–, Miguel 
Ángel Asturias parece otorgarle a Fanta un discurso que evidencia 
lingüísticamente la diferencia a la que Tannen se refiere.

Es importante señalar, respecto a los discursos de los sujetos de 
la pieza teatral, que aunque sean muy obvios los procedimientos 
lingüísticos del autor, al conferir distintos discursos a cada uno 
de los personajes, sería necesario verlos bajo una perspectiva