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la obra data de 1971–, los mundos cotidianos carecen de sentido 
y hay cierta enunciación del disparate dada por el personaje o 
sujeto que logra desenmascarar la falta de sentido común en la 
práctica diaria de la vida. Así comenta Osvaldo Pellettieri acerca 
de la nueva estética de este momento en el teatro:

Estos textos postulan un universo regido por el desorden, pero 
como metáfora destinada a mostrar los desajustes de una 
sociedad como la nuestra, en plena crisis.

127

Amores sin cabeza también se caracteriza por la preferencia 
o primacía de la percepción sobre la reflexión, en cuanto al 
trabajo de la imagen como modelo del teatro latinoamericano 
de los setenta. Además, vuelve a mostrar –como lo había hecho 
la modernización de los años veinte– un abierto antagonismo 
con el espectador medio, con quien polemizaba abiertamente, 
al defender la idea de un teatro que creaba sus propias leyes e 
insistir en la verosimilitud del género.

En cuanto al principio constructivo, esta fantomima parece estar 
determinada por la discontinuidad de la acción y la ambigüedad 
de la intriga. Los motivos por los cuales los protagonistas se 
encuentran al inicio de la acción dramática de la obra no son 
explicados ni sobreentendidos. La presencia de los sombreros 
en el árbol o capotera evidencia la infidelidad de Fanta; sin 
embargo, no sabemos qué motiva esa infidelidad. Las posibles 
razones son extratextuales, aunque se encuentren relacionadas 
con otros libros de Asturias

128

. De esta forma, no será sino 

127

 Ibid., 33. 

128

 La imagen del árbol de los sombreros de esta pieza se conecta con la anécdota del 

Popol Vuh en que se le corta la cabeza a Hun-Hunahpú en Xibalbá: «Y habiendo ido a poner 
la cabeza en el árbol, al punto se cubrió de frutas, este árbol jamás había fructificado antes 
de que pusieran entre sus ramas la cabeza de Hun-Hunahpú». Popol Vuh, México-Buenos 
Aires, Fondo de Cultura Económica, 1953, p. 124. En el análisis que Gerald Martin hace de 
Hombres de maíz, en el capítulo «Venado de las siete-rozas», trae a colación las fuentes