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abstraído de su especificidad (que es la articulación democrática
radical de las diferencias que ahora coexisten injustamente),
Asturias, como hemos dicho, finaliza su novela con la vuelta al
principio de realidad que solo es posible gracias a la renovación
del objeto de deseo como carencia.
Este nuevo objeto de deseo, sin embargo, será válido a partir de
una asunción del propio conocimiento y la propia aceptación
intercultural. Asturias lo logró en el espacio de su fantasía literaria.
En eso reside el valor actual y futuro de su discurso estético-
político. Resumiendo. El sujeto asturiano es democrático porque
su objeto de deseo (o carencia) no es una de las polaridades que
lo conforman, sino lo es la articulación balanceada de éstas. Este
balance no escamotea el hecho de la asimetría en las relaciones
de poder entre esas diferencias (indios-ladinos) ya que el sujeto
democrático asturiano tiene también un carácter popular en
tanto que se articula a partir de la ética de los valores de uso frente
a la ética de los valores de cambio.
La democracia del sujeto asturiano es, entonces, una democracia
popular, no una democracia formal cualquiera. Y el suyo es
también un sujeto interétnico porque no se sitúa en ninguna
polaridad para articularse como popular y como democrático,
sino se sitúa en la partición que le imposibilita ser popular y ser
democrático y la rellena con ambas polaridades étnico-culturales.
La “locura” implícita en este operativo, que a su vez implica un
autoconocimiento y una autoasunción de la carencia (del infierno
de la carencia), es subsanada al arribar a la posibilidad de renovar
el objeto de deseo (habiendo aplacado el deseo anterior),
creando así la posibilidad de un nuevo sentido de realidad y
también de un nuevo orden simbólico, de una nueva hegemonía,
de una nueva utopía.
El discurso asturiano es un discurso adecuado y vigente para
el nuevo milenio porque la interculturalidad, interetnicidad e