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como su propuesta de la conformación consciente de un sujeto 
popular interétnico y nacional, el cual –argumentamos– ya 
tiene existencia real en los espacios en los que las diferencias 
culturales y étnicas se articulan

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. Estos espacios de articulación 

de las diferencias son espacios –hay que insistir en esto– regidos 
por relaciones de producción injustas y por prácticas políticas 
dominadoras, todo lo cual exige su democratización urgente. En 
este planteo no hay lugar para polarizaciones binarias etnicistas y 
culturalistas de corte racista. 

Es en la salida negociada, que no por ello es gratuitamente 
conciliatoria puesto que plantea una acción política 
contrahegemónica

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, donde Asturias se ubica como un productor 

de discursos cuyos contenidos y formas poseen en la actualidad 
un rico valor heurístico y un venero enorme del cual echar mano 
para construir un país y un continente democratizados para el 
siglo veintiuno. 

El ámbito infernal que transcurren los migrantes personajes de 
Asturias simboliza el espacio del choque injusto entre la economía 
del valor de uso y la del valor de cambio, es decir, el espacio de la 
nación; emblematiza la dominación, la hibridación y el mestizaje 
no democráticos; expresa el infierno que es la vida en estas 
circunstancias en las que la negociación se hace tan difícil que 
hay que sacrificar el amor y vender el alma para poder estar a la 
altura de las expectativas que el sistema a la vez exige y niega a los 
pobres. En esta forma de negociación, los pobres siempre llevan 
las de perder porque el pacto con el diablo implica siempre una 
trampa en la que el Mal sirve al Bien para purificar las asperezas 
del espíritu y dejar al pobre en la pobreza aunque este adquiera la 
sabiduría de los brujos; y –ya en otro estadio capitalista– también 
los pobres, como conglomerado, salen perdiendo con la lotería 

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 Ver, Morales, capítulo 4.

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 Ver, Morales, capítulo 4.