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El hombre es el doble de la mujer para que esta no esté bien. 
Esta dualidad conflictiva por no democrática es una de las 
contradicciones que constituyen fuente de desarrollo de las 
historias que conforman este gran relato del mestizaje y la 
hibridación, y se plantea también como una de las polaridades 
a ser superadas por la articulación democrática de las diferencias 
culturales, también en las guerras entre sexos que animan buena 
parte de la novela.

El lenguaje de Asturias toma igualmente como eje articulatorio 
otra hibridación: la de las hablas populares del oriente y de 
la capital de la Guatemala de principios a mediados del siglo 
veinte. La imaginería surrealista le sigue sirviendo al pelo para 
expresar las junturas híbridas que constituyen su sujeto popular 
mestizo, disglósico y migrante, y el barroquismo abigarrado le es 
útil para pintar el universo complicado en el que ubica su sueño 
intercultural y articulatorio de todas las diferencias que a la vez lo 
pueblan y lo conforman.

El carácter liberador que respecto de un sistema impuesto tienen 
los pactos con el diablo en el planteo de Taussig, hacen que, al 
tomar uno de estos pactos como punto de partida de una historia 
multifónica y mestiza, Asturias esté planteando a su sujeto como 
un sujeto popular contrahegemónico. Este carácter –si bien 
incipiente– viene dado por el hecho de que, como dijimos, el pacto 
con el diablo es una forma de evadir, de burlar los mecanismos 
imposibles de remontar que el sistema impone sobre los pobres 
para que estos dejen de ser pobres. La práctica mágica es, pues, 
un práctica contrahegemónica (si se quiere, ingenua), pero que 
no se opone binariamente a su contraparte adinerada y opresora. 
Por el contrario, la argucia negociadora que transculturiza a 
los sujetos negociadores y que les posibilita apropiarse de sus 
enemigos (penetrándolos), constituye el eje de las narraciones y 
los planteos asturianos en cuanto a lo que nosotros creemos ver