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los cuales, como dijimos, están estructuralmente fuera del alcance 
de los pobres quienes, por ello, dice Yumí, procuran no pensar. La 
magia es el único mecanismo a su alcance para poder lidiar con 
la realidad de los valores de cambio, impuestos sobre los valores 
de uso y sus orientaciones de vida. Este salto de la economía 
campesina hacia el capitalismo le cuesta a Yumí el sacrificio del 
amor (pp. 18-19), personificado en su mujer, la Catalina Zabala, y, 
por tanto, le cuesta el alma. No entrega el alma como tal, pero sí 
el amor por la carencia y el complemento de sí mismo, y, por ello, 
la diferencia no es mucha, si es que hay alguna. Después, el diablo 
impone condiciones a Yumí para la administración de su riqueza 
y termina devolviéndole a su mujer, por cuya ausencia Yumí 
sufre hasta el extremo del arrepentimiento, pero se la devuelve 
transfigurada en una estatuilla enana. De esta manera, ya rico 
y con su fortuna escondida en una caja de miniaturas de la que 
va sacando lo que necesita y en la que se encuentra también su 
mujer en calidad de mercancía fetichizada, Yumí y ella inician un 
largo y penoso proceso iniciático de brujos que, a fin de librarse 
del poder de Tazol (por medio de hacerse de sus poderes), los 
lleva en un periplo infernal a la vez alucinante y real, que es el 
espacio en el que Asturias construye su sujeto popular interétnico 
(pp. 35 y ss.). De aquí en adelante se desarrolla un sinnúmero de 
acciones dentro de un laberinto alucinante en el que Yumí ostenta 
su posición de rico (p. 39). No nos interesa tratar de establecer 
una lógica anecdótica o secuencial de esta narración barroca,

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ni tampoco mostrar de qué manera se estructura a partir de 
múltiples mitos de origen y leyendas fundacionales.

Estableciendo el carácter popular-negociador que los pactos con 
el diablo tienen respecto de un sistema antipopular, queremos 

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 “What people think of when they play de lottery doesn’t seem to be the fancy cars, the 

racks of CDs, the fabulous new house, the private jet; not the freedom that comes with 
unlimited consumption, but instead the quieter comfort of financial security, a security 
that is no longer obtainable through work. (...) It’s not being a millionaire that people long