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que esta parte en sus desarrollos ideológicos). De modo que si
ubicamos el pacto con el diablo que realiza Celestino Yumí en
las coordenadas que propone Taussig, tenemos que el relato de
Asturias –quien parece haber comprendido el carácter mágico
atribuido a las mercancías y al dinero– se mueve enteramente
en el ámbito de la magia, que vale tanto como a decir: en el
ámbito popular, ya que el capitalismo conforma al pueblo como
conglomerado asalariado y consumidor. Por otra parte, hay
que recordar también que existe una ya mencionada diferencia
fundamental entre el pacto con el diablo por parte de nuestro
personaje, y los pactos de Fausto y los trabajadores agrícolas y
mineros de Taussig: lo que Yumí le vende al diablo no es su alma
sino a su mujer, lo cual, a pesar de que, como dice Callan (p. 161),
no es algo muy diferente, en este caso la diferencia da origen a
una historia que hubiese sido distinta si se hubiese tratado de la
venta del alma en sentido cristiano. La diferencia resultante es
un infierno, un cielo y un mundo distintos a los cristianos, y un
periplo autocognoscitivo con especificidades que lo alejan de los
periplos clásicos aludidos al principio. Esa peculiaridad hace que
su importancia no sea tanto que se trata, al menos inicialmente,
de la búsqueda de la mujer o del lado femenino (y redentor)
del hombre que ha renegado de él, ni de la lucha entre el Bien
y el Mal, o entre el Cielo y el Infierno cristianos por la salvación o
condenación de un alma, sino su importancia radica más bien en
la específica forma de hibridación cultural, en la particular forma
de mestización y disglosia interétnica en la que el recorrido de
los personajes –que se buscan unos a otros desencontrándose,
transfigurándose e interpenetrándose– se realiza, ya que esto
determina que la búsqueda sea una búsqueda y un encuentro
de la identidad mestiza en el marco –argumentamos– de un
infierno que es alegoría del espacio nacional guatemalteco en
un momento histórico determinado, el cual, según Prieto
111
, es el
111
“The interpretation that I wish to elaborate is that the devil-beliefs form a dynamic
mediation of oppositions, which appear at a particularly crucial and sensitive point of