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de que la fuerza de trabajo, tratada como valor de uso pero usada 
como valor de cambio, constituya una fuente de lucro para el 
capitalista, es decir, constituya, en su funcionalidad, un valor 
de cambio. Estos planteos de Marx –contenidos en las Formas 
precapitalistas de producción
, el “Prólogo” a la Contribución a la 
crítica de la economía política
 y El capital– son los que sirven de base 
a Taussig para proponer que los pactos con el diablo que realizan 
los trabajadores asalariados de las plantaciones de caña del Valle 
del Cauca, en Colombia, y en las minas de estaño de Bolivia, los 
hacen con el fin de incrementar la productividad (del medio de 
producción capitalista) y, por tanto (y solo por tanto) su salario (p. 
94), identificando así la figura del diablo con la del capitalismo, dos 
aspectos de una misma realidad que no es otra que la ruina del 
campesino, su extrañamiento de los medios de producción y de 
su cultura basada y organizada en torno a la producción de valores 
de uso. En este contexto de choque de dos prácticas económicas 
distintas, la pérdida del control de los medios de producción 
aparece al campesino como un advenimiento “necesario”, 
“natural” y –dada la unión que en el imaginario campesino existe 
de lo natural con los sobrenatural– mágico, lo cual condiciona el 
hecho de que los campesinos sustituyan su fetichismo natural –es 
decir, el fetichismo precapitalista, que está basado en el vínculo 
de unión entre el trabajo (objeto) y su productor (y que identifica 
al productor con el objeto por él producido)– por otro fetichismo, 
el capitalista, que surge de la separación entre los productores y 
sus objetos producidos (que ya no les pertenecen) (p. 37). Con lo 
que Taussig propone que: “Así, las creencias en el diablo... pueden 
ser interpretadas como la reacción indígena a la supleción de este 
fetichismo tradicional por el nuevo” (idem).

Una entre muchas posibles contradicciones productivas de todo 
este planteo es que el fetichismo de la mercancía es, en esencia, 
parte del pensamiento mágico, aunque se mueva en condiciones 
de modernidad (con todo el racionalismo antifetichista del