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en ese ámbito. En el plano de lo real, la síntesis, la hibridación, la
disglosia y el mestizaje son el eje estructurador de las prácticas
culturales llamadas guatemaltecas, lo que implica que Asturias
no inventa su universo literario mestizo solamente a partir de
lecturas e incorporaciones librescas a su universo narrativo,
sino que básicamente lo hace a partir de su experiencia vital de
guatemalteco ladino.
La condición de letrado de nuestro autor le permitió llegar a
Fausto, Ulises, Dante y Quetzalcóatl (presentes en el inconsciente
ladino por tradición colonial y neocolonial) y, con ellos, estructurar
sus ficciones en las claves del Popol Vuh, el Chilam Balam, la
poesía precolombina, la literatura del Siglo de Oro español, el
modernismo centroamericano, el surrealismo y las oralidades
guatemaltecas que le fueron contemporáneas y que conformaron
su imaginario infantil.
Cuando Asturias escribe Mulata de Tal, ya había quedado atrás
tanto su entusiasmo vanguardista parisino como sus adhesiones
al realismo socialista y también su fervor revolucionario focalizado
en la figura de Jacobo Árbenz, y trabajaba sus textos con más
serenas intenciones políticas, las cuales seguían remitiéndose a la
necesidad que él sentía de delinear los rasgos de una identidad
nacional mestiza en la que los componentes europeos e indígenas
estuvieran democráticamente balanceados. Desde el principio, esa
empresa fue acometida por él a la manera de los héroes culturales
que han fundado tradiciones: descendiendo a los infiernos de su
propia cultura mestiza. En este intento de contenido, que ahora
asumía con una visión más desencantada de futuro, Mulata de Tal
es una continuación del mural iniciado en Leyendas de Guatemala
(con una primera visión lírica del mestizaje cultural), y desarrollado
en Hombres de maíz (con una asunción de la propia problemática
personal en las claves del mestizaje identitario ya propuesto,