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notable la acumulación de sustantivos y adjetivos con o sin nexos
gramaticales (polisíndeton y asíndeton), que en muchos casos
adquieren la dimensión caótica:
"…entre trompetillas de mofa, agudísimas, chiflidos, chistes,
chirigotas, máscaras, caras pintadas, embadurnaduras, pelucas,
barbas, bigotes, senos postizos, banderas de piratas, la blanca
calavera en la tiniebla y cartelones como éste." [232].
Asimismo, hay alternancia de la oración breve nominal con la
oración larga, con repeticiones simétricas que dan un carácter
musical y poético a su prosa. El uso de la oración nominal adquiere
eficaz plasticidad, dando con pocas pinceladas el ambiente de
manera estática, sin el movimiento que imprimiría el verbo. Esto
contribuye a la sensación de estaticidad que signa a la novela, y
desde el inicio mismo puede observarse esta tendencia:
"El muro del cementerio. Cal y llanto. Cal y llanto. Fuera la ciudad.
Dentro las tumbas. Cal y llanto. Cal y llanto. Fuera las calles del
suburbio. Dentro las cruces, la grama, el crucigrama que llenan
nombres, apellidos, fechas. Vertical y horizontalmente, números y
letras. Si se borrara, si desapareciera el muro del cementerio, pero
no, allí estará siempre, siempre. Cal y llanto. Cal y llanto." [1].
Este párrafo inicial de la novela, fuertemente reiterativo, condensa
la tragedia de la novela, ya que la muerte constituye presencia
omnipresente que estará allí “siempre, siempre”. No faltan
metáforas e imágenes poéticas. Con delicada plasticidad de
naturaleza muerta, como la descripción de las flores que se llevan
al cementerio:
"Todas estas flores mortuorias parecen de pasta de hostia,
perfumada y penetrante la de los nardos, de párpado sobre
párpado la de las rosas, de orejillas de nieve la de los jazmines
de pluma blanca la de los claveles, espumilla alfeñicada la de los
crisantemos, porcelana la de las orquídeas." [2].