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Vale la pena reproducir por entero un fragmento de la novela que 
refuerza el análisis precedente:

"¿Huelga o fiesta? Huelga en la Universidad durante la Semana 
Santa y carnaval de los estudiantes el Viernes de Dolores, carnaval 
de carnavales, amargo y explosivo, mordaz, blasfematorio 
(escupir al cielo y abrigar negras carcajadas de lutos como si 
fueran paraguas, carnaval de todos las disfraces y todas las 
audacias, cara a la barbarie, la palabra convertida en guillotina, 
el gesto en mueca de indefenso que bromea por no tener otra 
arma, la risa estudiantil en carcajada feroz de concubino… ¡abajo 
las togas, los uniformes, las levitas, las sotanas, los ornamentos, los 
títulos, las condecoraciones! Toda la mecánica del improperio. Los 
improperios del Viernes de Dolores como los litúrgicos del Viernes 
Santo. Echar en cara a todos lo de todos. Sin palabras, a gritos, tal 
la rabia, a escupidas, tal la mofa, escupidas rechinantes de dientes 
y asco, asco, asco… sin eclipses hipócritas de marigargajos, lo 
obsceno a pabellón desplegado (al principio fue el sexo, y al final 
será el sexo ecuestre sobre el sexo débil), carnaval con toda la 
guapería de la denuncia, entre el andar a gatas de la vulgaridad 
intencional desenfrenada y el granear apocalíptico de la protesta, 
huelga y carnaval de carnavales, fiesta estudiantil que recordaba 
aquel Viernes de Dolores en que un tranvía se convirtió en tumba, 
la luz en sangre, el pavor en risa despiadada ante los poderosos, 
y los siete puñales de los verdugos se clavaron de nuevo en el 
corazón de la madre de un estudiante. [84].

 V.

La crítica ha señalado como una constante en la narrativa de 
Asturias su magistral habilidad para crear la atmósfera de realismo 
mágico. En Viernes de Dolores este recurso aparece durante los 
estados de excepción –las frecuentes borracheras, los sueños, 
las mascaradas carnavalescas, el manicomio, etc.– con un estilo 
contrastante, neobarroquizante.