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III.

Uno de los aspectos más interesantes y bien logrados de la novela 
lo constituye el diseño estructural externo de tipo circular. De 
esta manera el autor logra despistar al lector reconduciéndolo, al 
final, al punto inicial: el cementerio y su inmediata connotación 
de muerte. Esta disposición formal del material narrativo –lo 
inescapable de un círculo cerrado– refuerza la visión del mundo 
que predomina al final: pesimista y un poco cínica.

Pueden trazarse tres núcleos de acción narrativa, de los cuales 
el primero aparentemente no guarda ninguna relación con el 
segundo y el tercero. El primer núcleo (Capítulos I-IV) diseña el 
escenario y la atmósfera, sin estar ligado directamente a la historia 
de la novela. Situadas en el antañón barrio del Cementerio 
General, poblado de cantinas, se desarrollan estampas y escenas 
fragmentarias de costumbrismo grotesco. Apenas un esbozo de 
intriga: Tenazón, el guardián del cementerio, corteja a Cobriza, 
una hermosa mengala, esposa del dueño de la cantina “La Flor de 
un Día”. La atmósfera es premonitoria: muerte y fatalismo: Cal y 
llanto. Se rumora que está próximo un fusilamiento.

Sin embargo, en el segundo y tercer núcleos estos personajes 
y lugares prácticamente no vuelven a aparecer, salvo alguna 
mención ocasional. Una lectura atenta revela la clave: en el primer 
núcleo el autor solamente se ha propuesto diseñar el clima 
emocional de la novela: lo fúnebre. De hecho, ha seleccionado 
un espacio específico y simbólico –el cementerio y lugares 
aledaños– poblado de personajes muertos en vida, ya que se 
encuentran sumidos en lo que el crítico argentino Verdugo 
denomina la degradación [Verdugo, 1978, xiv], impuesta y 
aceptada pasivamente.

En el segundo núcleo (Capítulos V-XVIII) aparecen los personajes 
que desarrollarán el conflicto novelístico. Ricardo/Judas frustra su