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risas siembra, donde debería sembrar protesta, puños airados,
lágrimas cosecha…" [114].
Del conocimiento directo de las posibilidades reales que puede
alcanzar la protesta estudiantil, pero también de sus intrínsecas
limitaciones, encontramos rastro en el atormentado monólogo
interior de Ricardo durante una borrachera:
"Verdad que no tiene importancia la huelga… Tendría –y aquí
vio al Espantazopes con cara de Hormiga Loca–, si a la bufonada
siguiera la acción, no el conformismo que se traduce en otro
año de estudios, y otro más, y otra huelga, y otra huelga… hasta
completar la carrera y ocupar un puesto después de pocos años,
en la famosa carroza de los horrores… " [190].
Durante la década del veinte en el ambiente universitario
convergían las distintas clases sociales que reaccionarán de
manera diferente a los acontecimientos. La novela revela un falso
ambiente de camaradería y fraternidad que se desintegra cuando
algún miembro intenta cruzar barreras. El ejemplo más claro lo
proporciona Troyano de Montemayor y Gual que acepta a Ricardo
solamente como compañero de juergas estudiantiles –y la Huelga
para aquel en eso consiste–, o como colaborador para que no se
desprestigie públicamente a su grupo social patricio en la carroza
“Los horrores del cristianismo”, pero nunca como futuro integrante
de su familia:
"—Choloj ya lo tomó en serio –codeó Pumusfundas a
Montemayor—pero como que va a ser tu cuñado…
—Ni es ni va a ser! —respingó Troyano.
—Pero es tu amigo íntimo…
—Eso cambia…" [81].