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pienso, y así lo sentí siempre, que se debe escribir para algo, y
entonces, ¿qué hay más importante que tratar de adentrarnos en
la realidad de nuestros países y exponer después la forma en que
viven para crear en los lectores reacciones por la injusticia que
implica la forma en que se nos explota?"
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El compromiso asumido por el escritor guatemalteco puede
explicarse parcialmente por sus tempranas vivencias: la
persecución a su padre por la dictadura de Manuel Estrada
Cabrera (1898-1920), personaje plasmado magistralmente como
El Señor Presidente. El déspota guatemalteco fue derrocado
por la gesta unionista de origen oligárquico-conservador, con
el apoyo coyuntural de diversos sectores sociales entre los que
predominaban los católicos tradicionalistas. La heterogeneidad
de intereses hizo que surgieran casi inmediatamente después del
triunfo conflictos internos, lo que provocó la toma del poder por
un militar de alto rango durante la administración cabrerista: el
general José María Orellana (1921-1927).
La Generación del 20, de la cual Asturias formó parte, se inscribe
dentro del proceso anterior y posterior a la gesta unionista. Esta
generación literaria se caracteriza por un alto sentido de deber
cívico, ya que amplió su base a estudiantes y profesionales de otras
disciplinas, como la Medicina y el Derecho. Más que una formación
ideológica precisa o la identificación con las corrientes políticas
predominantes –la liberal y la conservadora– estos jóvenes
experimentaban un sentimiento de hastío y repudio hacia la
dictadura. Forjada en un medio poco estimulante en lo intelectual
y cerrado a las nuevas corrientes de pensamiento, los integrantes
de la Generación del 20 –de formación escolar neopositivista y de
tradición hogareña y ambiental católica– aprovecharon cualquier
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“Miguel Ángel Asturias: la palabra es sagrada”, entrevista de M. Roberts, Crisis 7 (Buenos
Aires: 1973); citado por I.H. Verdugo en su introducción a la edición crítica de Viernes de
Dolores [1978: xiii].