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omunar
»
una
reflexión
postinfernal
y
nihilista
-
deColonial
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uan
B
lanCo
Revista Eutopía, año 3, núm. 5, enero-junio 2018, pp. 169-179, ISSN 2617-037X
sabemos». En la experiencia de la angustia no nos enfrentamos ante un
objeto –esto sería lo propio del miedo, que siempre lo es frente a algo–
sino ante el carácter de finitud e in-necesidad de lo existente. Este carácter,
sin embargo, no es un objeto que podemos asir con dicha experiencia. Lo
que experimentamos es la vacuidad del horizonte de sentido, es decir, su
finitud an-árquica:
Lo inhóspito (Unheimlichkeit, de heim, casa) es ontológicamente más originario y
básico (…). La angustia singulariza el existir, el cual entonces se vuelve un extraño
en «su» mundo (…). Al mismo tiempo, la angustia pone al existir en contacto con
lo más fundamental de su ser (…). Lo que es ontológicamente más originario y
básico (…) consiste en una cierta nada, una ausencia en relación consigo mismo,
una «des-apropiación» (Ent-eignis)
21
.
La angustia hace posible alejarnos de la necesidad del «uno», pues desfonda
toda necesidad del horizonte de sentido (el paradigma) en el que siempre
ya nos encontramos. El entendimiento que otorga el ser-para-la-muerte
–un auténtico «no saber que sabemos»–, por su parte, permite constatar el
fundamento desfondado, el fundamento abisal, un «abgründliche Grund» o
«Ab-grund» constitutivo del existir. Así, debido a esta nihilidad constitutiva,
el carácter de posibilidad de la existencia personal emerge, y la libertad
an-árquica tiene sentido. Como Dávila Estrada, con Heidegger, nos
alerta, este «ser-para-la-muerte» no tiene que ver con la muerte efectiva
–la muerte como objeto impersonal–, sino con la ineludible consideración
de nuestra finitud, también nobjetual. Es esta constatación la que otorga
paradójicamente la totalidad de nuestra existencia y nos permite, además,
acceder a la experiencia de singularización. Este «ser-para-la-muerte»
devela el fundamento de nuestra existencia.
Este fundamento, digámoslo así, nihílico, nos resguarda de la
autorreferencialidad satánica y de la necesidad de «lo» existente, abriendo
a la existencia, nuestra existencia, que siempre es con y para otros, a lo
posible. Lo posible se des-encubre en la finitud de la propia existencia
y del mundo en el que estamos arrojados. Lo posible emerge desde un
fondo desfondado, desde la radical apertura de la existencia. Apertura
es posibilidad. Lo que abre a lo posible, por lo tanto, es un fundamento
nihílico. Esto le otorga el carácter de historicidad a nuestra experiencia
21 Dávila Estrada, Comunar: algunas notas ontológicas, 61.