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Revista Eutopía, año 3, núm. 5, enero-junio 2018, pp. 169-179, ISSN 2617-037X
2. «Comunar». Una reflexión nihilista-decolonial
De este modo, retomando el texto de Dávila –con los ecos discursivos de
la reflexión teológica de la comunidad trinitaria–, no es que la comunidad
requiera de condiciones de posibilidad para ser –tal como las requeriría el
Estado, la Iglesia, las instituciones democráticas, etc.–, sino que la misma es
condición de posibilidad, carácter de la existencia. «Existir» es siempre ya
en comunidad. De cualquier manera, el modo de configurar históricamente
esta experiencia fundamental lleva en ocasiones a olvidar este carácter
constitutivo de la existencia.
La modernidad, en especial su estridente y seductora apelación al «sujeto
autorreferencial» como fundamento de la organización de la realidad,
es expresión de una contradictoria exorcización de lo posibilitante: la
experiencia de una in-munda excomunión como punto de partida. En
todo caso, a la generalizada apelación al sujeto –en tanto que sub-stancia,
hipokeimenon–, es decir, como fundamento y sustento de la realidad y de su
transformación, le va también de suyo este ineludible «ser-con». ¿En qué
sentido? La modernidad es la época en la que en una decisión comunitaria
que carece de un «quién» determinado –la modernidad en tanto que «uno»–,
por decirlo así, queda oculto el carácter común de dicha opción. En ella,
entonces, el pensar deja de pensar la comunidad radicalmente.
El libro de Dávila Estrada es síntoma de una época (cuasi)otra a la moderna,
de ahí su carácter postinfernal, pero también nihilista-decolonial. Esto en
dos sentidos. Por un lado, como se ha señalado, des-ocultando el olvido del
«comunar» –es decir, el carácter esencialmente comunal de la existencia– por
el «contexto de familiaridad» moderno. Por otro, recuperando un modo de
pensar que permite reconsiderar lo impensado por la época moderna. Este
modo de pensar otro al moderno no se ocupa de la comunidad como una
cosa ahí enfrente que deba ser descrita o prescrita –de ahí que no sea filosofía
política o ética prescriptiva, sino más bien una ontología ético-política–.
De esa reducción de la comunidad a objeto, la modernidad hizo suficiente
a partir de sus reflexiones sobre la sociedad, el Estado, el gobierno, la
democracia, etc. Este pensar otro, empero, no piensa la comunidad como
un objeto ahí enfrente, sino como posibilidad del pensar. ¿Cómo pensar,