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Revista Eutopía, año 3, núm. 5, enero-junio 2018, pp. 131-149, ISSN 2617-037X

3. Contexto, problematización y localización del debate 

Los estudios institucionalistas de más circulación se ven limitados por la 
adopción de una noción positivista y legalista de legitimidad, derivada de la 
estandarización y homogeneización de los procedimientos que prometen 
garantizar el debido proceso, que antecede al ejercicio de la violencia. 
Estos se ciñen a metodologías destinadas al estudio de la distancia que 
existe entre un presente siempre imperfecto y la presencia permanente 
de formas de violencia individual y colectiva, que hacen imposible el 
monopolio estatal e impiden con ello sus mecanismos de legitimación. 
El Estado, en tanto abstracción institucional, se ha hecho posible por la 
contingencia de un mecanismo de poder basado en la lógica de la «falta» 
(del monopolio de la violencia legítima). El monopolio de la violencia 
legítima se convierte así, en un permanente porvenir, una forma de 
violencia que se define básicamente por la carencia perpetua, no solo 
del monopolio mismo, sino también de la legitimidad. Este mecanismo 
ha producido una práctica discursiva que formalmente descodifica, del 
régimen simbólico, el expolio colonial originario sobre el cual se legitima 
la violencia fundacional, que luego se inscribe en las formas de violencia 
conservadora. Al mismo tiempo, la puesta en marcha de este mecanismo 
permite calificar de ilegítimo cualquier cuestionamiento de la legitimidad 
de la violencia del Estado.  

El estudio de la razón de Estado ha de preocuparse por entender cómo 
el monopolio de la violencia legítima ha devenido consecutivamente 
hegemónico en el discurso de la modernidad, el liberalismo y el 
institucionalismo. Para profundizar en ello, conviene plantear algunas 
preguntas preliminares: ¿Por qué existe del todo la violencia legítima? 
¿Cuáles son los flujos genealógicos que hacen que la violencia devenga 
en legitimación y la legitimación en violencia? En otras palabras, ¿qué 
posibilita naturalizar la demanda por el monopolio de la violencia legítima 
cuando la historia del Estado se ha amancebado, desde sus orígenes, con 
la historia de la violencia ilegítima? ¿Existe o ha existido ese monopolio de 
algún modo que no sea simplemente retórico? ¿Acaso el monopolio de la 
violencia no ha sido siempre una ficción ideológica? ¿Y la legitimación, se 
ha dado algún día más que como un dogma autorreferencial? ¿Cómo se