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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
Lejanía, vínculo y presencia parecen ser los tres entramados en los cuatro
libros de migración de Falla. Asimismo, su interés particular por cómo la
juventud afronta la posguerra sin siquiera estar consciente de la misma en
tanto desencanto. La memoria de lucha no se transmite en las escuelas, sino
nace de la urgencia de la identificación de las generaciones históricas. Las
mujeres y los hombres jóvenes del siglo XXI ven el reflejo de la guerra en sus
consecuencias, no en sus orígenes: las maras, el sinsentido y el desempleo.
Las obras del regreso a Guatemala en Falla son todas exploraciones en
el torbellino y aparente desorden de la globalización. Libros como Alicia
(2006), Migración retornada de Zacualpa (2008) o Negreaba de zopilotes (2010)
están íntimamente relacionados con el pasado, rastreando ahora las nuevas
condiciones que enfrentan los pueblos indígenas en regiones donde el
mismo autor trabajó. Alicia es una historia de vida hecha libro, de nuevo
semejante al esquema de los Ejercicios Espirituales Ignacianos: el motivo
de la reflexión o encuentro, la revelación del don o misión en la vida
individual y del pueblo, las heridas provocadas y recibidas, los caminos
abiertos en el asumir de una decisión.
En Alicia las heridas del pasado no solo son la guerra y el refugio en
México, son también las relaciones de amor entre los jóvenes ixcanecos, la
maternidad y la lucha por asumir decisiones en el seno de una familia bajo
un continuado patriarcado. Su escritura para este momento es más suelta
que en los setenta, claro, sencillo, con reflexiones profundas realizadas por
las mismas personas, resaltadas por él. Su dinámica se va convirtiendo en
acompañante del relato individual, popular, siendo su precedente el libro
Ixcán: Masacres y sobrevivencia, Guatemala 1982. Esta ciencia social vibra en la
misma sintonía de los escritores de teatro. Así como Molière solía sentarse
por largas horas en peluquerías y mercados para escuchar la voz del pueblo,
Falla ha hecho de su experiencia de oído sacerdotal la clave de su práctica
etnográfica. Por eso la ciencia social únicamente es potente en tanto se
hace cristal de una luz destellada por los relatos humanos. La etnografía,
en parte, es la secularización del diario como forma individual y, a la vez,
momento conceptual íntimamente ligado a la exposición artística
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.
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«El artista traza una pequeña imagen del mundo de las ideas y, como la traza como símil, ésta
debe ser definitiva en cada momento presente. El investigador, por su parte, dispone el mundo
para la dispersión en el ámbito de las ideas al dividirlo desde dentro en el concepto. A él lo
vincula con el filósofo el interés en la extinción de lo que es mera empiria; al artista, en cambio,
la tarea de la exposición»; Walter Benjamin, El origen del Trauerspiel alemán, 12.
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S
ERGIO
P
ALENCIA
R
ETROSPECTIVA
EN
LA
OBRA
DE
R
ICARDO
F
ALLA
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
Si a través de su virtud logra captar relaciones humanas, el camino
antropológico posibilita la secreta estética de la experiencia. Lo que el cura
antropólogo había practicado en la resistencia hacía veinte años ahora
lo repetía, con una nueva generación en los retornados de la guerra en
Nentón o Ixcán. No es casualidad que las citas en las historias de vida sean
escritas en columnas de versos, resaltando incluso una rítmica y contenido
en las expresiones lingüísticas de sus interlocutores. Así hizo en su Trilogía
del Ixcán y, con el tiempo, también en su interpretación del Popol Wuj
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en
la disposición de los versos en K’iche’. Así pues, la palabra popular se revela
por enamoramiento, algo evidente en el ejercicio mismo de la escritura.
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Falla, Popol Wuj: una interpretación, 210.
Figura 1. Biblioteca de Ricardo Falla en Santa María Chiquimula.
Fotografía de Lizbeth Gramajo, 2017.