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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
Esas bombas dejan un espacio de montaña medio pelada de unos 30
metros cuadrados, pero donde entierran la punta es un círculo pequeño,
de modo que si uno está en una trinchera, solo muere si la bomba da
exactamente sobre ella. Las esquirlas que brotan para arriba como un
surtidor rompen las ramas y los troncos, pero si uno está debajo, no lo
dañan, fuera de romperle los tímpanos. Causaron mucho pánico, pero
el efecto destructivo en términos de víctimas no tuvo nada que ver con
las masacres de la infantería. Y ese sentimiento de pánico se convirtió
en euforia momentánea que después de meses se asentó como si ya nos
encontráramos en una etapa superada: «ya logramos», decían.
Después, a los tres o cuatro días del bombardeo, vino la infantería y
tuvimos que salir con ollas, molinos, chamarras, nailon (…) y con los niños
a cuestas, unos ayudándose a otros, una columna ordenada de familias de
cada una de las cinco comunidades donde nos encontrábamos, como cinco
ríos que fueron a confluir en un punto de la montaña.
Algunos oyeron que los militares hablaban desde el altoparlante del
helicóptero amenazando a la gente bajo la montaña: «Guerrilleros,
¡ríndanse!, que los vamos a acabar hasta la semilla». Se repetía la misma
palabra genocida, «hasta la semilla», previa a las masacres de 1982 y el
mismo concepto de que la población civil era guerrillera.
Dos meses antes, la guerrilla estuvo insistiendo a las comunidades a través
de sus organizadores que se juntaran para tener más poder de resistencia y
formaran una comunidad sectorial grande, una, por ejemplo, de cada cinco.
Pero la gente no quería. Se mantenía apegada a su lugarcito, donde tal vez
algunos de esa comunidad tenían sus parcelas propias. Las comunidades
vecinas se encontraban a una media hora a pie de distancia y rehusaban
seguir la orientación guerrillera que era para toda el área de las treinta
comunidades. La razón que daba la guerrilla para su orientación era que
si cinco comunidades se convertían en una, todos los servicios, como la
autoridad, la comisión de producción, los maestros, los promotores de salud,
etc., eran más económicos en términos de recursos humanos. Además, las
milicias de las FGL serían más fuertes para contener al enemigo, decían.
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R
ICARDO
F
ALLA
, S. J.
¿C
ONFLICTO
?
GENOCIDIO
Y
RESISTENCIA
EN
G
UATEMALA
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
Lo que no consiguió la guerrilla, lo consiguió el Ejército con su ofensiva,
porque levantó a las comunidades y las despegó de su lugar y luego ya fue un
movimiento muy sencillo conducirlas a todas a un punto de concentración
en la montaña. Eso significó un avance en la resistencia, pasada la ofensiva,
ya que en vez de treinta comunidades dispersas, existían solo siete, cada
una de ellas de 200 a 300 personas.
Una señal curiosa del ambiente de esperanza que renació se vio a los nueve
meses después de la ofensiva, cuando comenzaron a nacer niños y niños,
señal, no solo de que los hombres no estaban de posta durante la noche al
cesar la ofensiva, sino de que la vida valía la pena vivirse. Una primavera en
que la tórtola sale a cantar el amor, escribí yo en la Historia de un gran amor
9
.
Cuando se hizo el recuento de quién había perdido más, si el Ejército o
la guerrilla, la comparación del número de bajas (heridos y muertos) del
ejército y de la guerrilla fue sumamente desproporcionado. La URNG dio
cifras nacionales para dos meses de finales de 1987: 476 bajas del ejército
contra doce de la guerrilla.
En la selva, la guerrilla pasaba sus partes de guerra continuamente a la
población que los oía leer en sus reuniones. Esta, me parece, los creía sin
dudar, pero yo sentía para mis adentros que estaban inflados, hasta que
pregunté cómo se confirmaban las bajas y luego cómo se confeccionaban
los partes. Recordaba que el Che Guevara decía que si las bajas de los
combatientes fueran exactas, hacía rato se habría acabado el ejército de
Batista. Me dijeron que bajo la selva el combate era casi cuerpo a cuerpo y
por eso era fácil confirmar cuándo un soldado quedaba herido o muerto.
Algunos FGL me contaron de sus enfrentamientos. La superioridad que
tenía la guerrilla para hacer creíbles esas cifras se daba en el conocimiento
del terreno y en la experiencia de ese tipo de guerra. La atrición lenta la
sufría el Ejército, no la guerrilla. Todo lo cual confirmó que en la ofensiva
excepcional de fin de año, el Ejército había salido perdiendo y las CPR
sintieron que su resistencia podría ser muy duradera.
9
Ricardo Falla, Historia de un gran amor, 2.ª ed. (Guatemala: Edusac, 2015), 91.