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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
En uno de esos rastreos, el ejército había encontrado buzones con
abastecimiento. Buzones les llamaban a bultos sobre tapexcos cubiertos de
nailon y escondidos en la montaña. El abastecimiento consistía en Minsa
(harina de maíz), leche, azúcar, etc., proveniente de los refugiados. Esto
debió servir de prueba al Estado de Guatemala frente al de México para
exigirle mover por la fuerza a los campamentos fronterizos y llevarlos lejos,
muy lejos, hasta Campeche y Quintana Roo.
Para reforzar su exigencia –puede uno reconstruir–, el 29 de abril de
1984, el Ejército guatemalteco penetra en el campamento chiapaneco de
El Chupadero, Trinitaria, Chiapas, y mata a seis refugiados guatemaltecos.
Del otro lado de la frontera, en Nentón, la guerrilla hacía un mes había
puesto una emboscada de aniquilamiento. Con esa violación del territorio
mexicano de parte del Ejército de Guatemala, el Gobierno de Guatemala
le decía al de México: «si no sacas a los refugiados de las proximidades de la
frontera, vamos a seguir cruzando tu frontera y matando gente. Vas a estar
jugando con fuego». Entonces, el 30 de mayo de 1984, la Marina mexicana
comienza la reubicación forzosa.
El Ejército guatemalteco pensaría que al encontrarse ya casi vacía el área
de la resistencia era momento de trasladar a toda la gente del refugio lejos.
¿Pero qué sucede? Que varios cientos de refugiados del campamento de
Puerto Rico, evidentemente con el liderazgo de la guerrilla clandestina en
dicho campamento, inicia una resistencia temporal en la selva Lacandona
de México, el 27 de junio. Replica la experiencia que traía, porque toda
esa población refugiada fue de la resistencia en Guatemala y sabía cómo
hacerlo. Entonces, la Marina mexicana, tal vez desesperada y sin saber qué
hacer, quema el campamento de Puerto Rico, el 5 de julio de 1984, con lo
cual sella el posible regreso de la población enmontañada a la vida abierta
(no clandestina). Entonces, la población enmontañada decide algo que ni
México ni Guatemala se imaginaron, cruzar de regreso el río Lacantún
e internarse otra vez en Guatemala para formar de nuevo parte de la
resistencia, en un momento en que la guerrilla se había fortalecido y estaba
ya operando con fuerza. Fue una decisión que merecería más estudio. Yo
ya no estaba en la montaña, pero me lo contaron al volver en 1987. ¡Las
Comunidades de Población en Resistencia (CPR) se llenaron de nuevo
hasta tener casi dos mil personas otra vez para el año 1987!
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R
ICARDO
F
ALLA
, S. J.
¿C
ONFLICTO
?
GENOCIDIO
Y
RESISTENCIA
EN
G
UATEMALA
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
También me contaron que al volver del refugio en 1984, la vida en la
resistencia no había sido fácil, porque con el regreso masivo casi se triplica
el número de bocas sin tener siembra para tantos. Cuando en 1982, la
población comenzó a salir al refugio, dejaba siembras y había más comida
que bocas, por así decirlo. Ahora era al revés, había más bocas que comida.
Fue entonces un tiempo de hambre que se aguantó estoicamente después
de una decisión hecha «con un corazón».
La atracción que ejercían, además, los grandes campamentos fronterizos,
había desaparecido. Al volver a Guatemala, les habían «quemado las
naves». Era complicado mirar para atrás. La resistencia se fortaleció, por
donde menos se pensaba, cuando «las condiciones de existencia que hayan
de acarrear su destrucción física, total y parcial», dieron a luz una nueva
solución de vida y de resistencia.
Bombardeos y reagrupación de la resistencia (1987 y 1988)
Cuando entré a la montaña en 1987, encontré un avance grande. Lo
primero, existía una red de catequistas y coordinadores que no existía
antes. En muchas comunidades
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se habían levantado pequeñas iglesias de
techo de palma o láminas viejas y había un equipo pastoral compuesto
por un misionero y dos catequistas que visitaba regularmente las treinta
comunidades.
En el ambiente de paz que se respiraba, aunque acababa de pasar una
pequeña ofensiva de una semana, se habían desarrollado pequeñas escuelas
con una red de maestros coordinada por la guerrilla. El hambre, de parte
de los años 84 y 85, había ya pasado. Había comida. La producción
colectiva se combinaba con la producción familiar. El deporte se promovía.
Tenían campos de futbol bajo los árboles donde competían equipos de la
población con equipos de la guerrilla. Había fiestas y bailes para recordar
días especiales, como la institución del frente de guerra que se llamaba el
Frente Comandante Ernesto Guevara (FCEG). También existía una red de
promotores de salud por comunidad coordinados por un par de médicos
de la guerrilla. Y sobre todo, había más poder guerrillero en términos de
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De aquí en adelante se fue nombrando a los campamentos, comunidades.