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Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

etnias, que no hay que confundir con lenguas, hay microetnias –de la misma 
naturaleza que las etnias– como son las aldeas indígenas, contradistintas 
de otras, no solo por la geografía, sino por la identidad. Así mismo, que 
la intención puede estar explícitamente defendida como la ideología de 
un régimen, como se dio en el Estado nazi, o implícitamente practicada, 
como en Guatemala; que esa intención implícita puede ser contradictoria 
a la que se explicita, como cuando Otto Pérez dice que él nunca quiso 
matar indígenas como tales, pues es propio del genocidio constituirse por 
intencionalidades implícitas que incluyen al mismo victimario, pues si se 
trata de acabar con el género humano, allí se incluye al sujeto del delito.

El genocidio, aunque la intención no se ejecute, es algo muy serio, 
especialmente por el poder destructivo de las armas de la actualidad. 
En algún otro artículo de perspectiva teológica –cosa que no toca aquí 
explicar, pero lo dejo mencionado– he abierto el canal para mirar también 
la gravedad del delito desde la fe

3

.

Dicho esto quiero apartarme aquí del intento de acomodar los hechos 
del delito a la definición jurídica. Eso es necesario, pero tiene el peligro 
de empobrecer la investigación social y restar dinamismo a los pueblos 
investigados. Dice el masacrólogo francés Jacques Sémelin: «según mi 
opinión, es indispensable que las investigaciones sobre el genocidio se 
emancipen del derecho para conquistar su propia madurez en el campo de 
las ciencias sociales»

4

.

Aprovechando el título de esta conferencia, «¿Un conflicto? Genocidio 
y resistencia en Guatemala», voy a enfocar mi atención sobre la población 
sometida a la destrucción en su esfuerzo por negar y superar la fuerza genocida, 
ya sea con la sobrevivencia espontánea, que es una resistencia original o con 
la resistencia organizada. Se trata de la lucha entre la muerte, que pretende ser 
universal, y la vida, que también pretende ser lo mismo. 

3

 Ricardo Falla, S. J., «Martirio. Algunas reflexiones espirituales», en Del proceso de paz a la masacre 

de Alaska, vol. 1. 351–362. Allí se tocan temas como la noche oscura del alma del sobreviviente 

de la masacre de San Francisco, Nentón, el sentido del genocidio desde la fe, y el martirio y la 

sobrevivencia.

4

 Jacques Sémelin, Purifier et Détruire. Usages politiques de massacres et génocides (Paris: Seuil, 2005), 367.

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RESISTENCIA

 

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Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

Como datos empíricos traeré a cuenta mi propia observación y participación 
(parcial, no durante todas las etapas) en la resistencia de la población contra 
la fuerza genocida del Ejército guatemalteco en el área de Ixcán, Guatemala. 
Me valdré de datos, algunos publicados, otros todavía en diarios de campo.

Sobrevivencia en la misma masacre (1982)

Voy a tocar este punto muy de paso, porque no lo tengo bien estudiado. 
Si uno hiciera un peinado de todas las masacres ocurridas en Guatemala, 
se sorprendería cómo en todas existen sobrevivientes que se escapan. 
Si nos fijamos solo en Ixcán: en la masacre genocida de Cuarto Pueblo 
(14 a 16 de marzo de 1982), un hombre Q’anjob’al se esconde bajo un palo 
tirado durante tres días y aguanta allí la picadura de las hormigas hasta que 
escapa a México, cuando los soldados se descuidan. De la misma masacre, 
Marcelino López, catequista kaqchikel, muchas veces ha contado cómo 
cuando entraron los soldados, él se montó en su caballo y este fue alcanzado 
por las balas y cayó, pero Marcelino siguió corriendo a pie. El mismo día, 
dos jóvenes de Nueva Concepción, de población mayoritariamente popti’
logran burlar a los soldados y se salvan sin correr. 

De la masacre q’anjob’al de Piedras Blancas, «dos patojas (niñas), una de 
diez años y otra de dos, salieron bajo la balacera», la mayor cargando a la 
chiquita; de Santa María Tzejá, Edwin Kanil, k’iche’, actualmente luchador 
por los derechos humanos, se escapa de la masacre cuando era niño (…) Y 
así podríamos seguir y seguir

5

.

Se juntan, por un lado, características personales, como edad, sexo, 
liderazgo, ideología religiosa (…) con características situacionales de 
la masacre del ejército y otros posibles agentes para explicar la enorme 
hazaña de la sobrevivencia. Siempre queda un excedente difícil de explicar 
de una combinación de suerte y de iluminación de la persona que decide 
aguantar y emprender la peligrosa fuga. Toda una vía de investigación en 
que la resistencia original y espontánea –la lucha por la vida– vence a la 
fuerza de los agentes del genocidio.

5

 Ricardo Falla, S. J., Ixcán: Masacres y sobrevivencia. Guatemala 1982, vol. 4, colección Al atardecer de 

la vida... (Guatemala: Avancso, URL y Edusac, 2016), 54, 167, 194, 462.