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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
la había practicado, y les dieran el ejemplo de cómo de catequistas algunos
habían pasado a ser guerrilleros. La segunda profundizó la aceptación de
la guerra y se extendió con la experiencia de la represión del Ejército. Ese
sí fue un momento de gran dolor que convirtió al campesino indígena
definitivamente hacia la guerra. Se involucró en tareas y su apoyo se hizo ya
una realidad del diario vivir, como parte de una subcultura de resistencia,
donde el elemento religioso era muy importante. Así también para
nosotros, como agentes de pastoral de acompañamiento en la resistencia,
la guerra fue una actividad en la que participamos, no como combatientes
ni tampoco como orgánicamente vinculados con la vanguardia (guerrilla),
pero sí con toda el alma, haciendo presente a Dios entre las Comunidades
de Población en Resistencia (CPR, se llamaban).
Mucho se puede hablar sobre el papel de la fe religiosa en una guerra
revolucionaria, impulsada por dirigentes no religiosos, incluso algunos
ateos que en sus campamentos enseñaban el marxismo leninismo.
Pero encontré otra realidad que estuvo presente en muchas de las masacres
y que luego afloraba en la autodefensa durante la guerra. Era el uso del
argumento religioso para no practicar la autodefensa impulsada por la
guerrilla y para confiar en el Ejército, socapa de ponerse en las manos de
Dios. Así murieron muchos en 1982. No huyeron, cuando el ejército se
acercaba y fueron masacrados por él. ¿Por qué no huyeron? Ellos decían
que se ponían en la mano de Dios. ¿Pero era esa la razón verdadera? Allí
es donde la sospecha es siempre buena para analizar. Los compañeros, es
decir, la guerrilla, decían que porque eran contrarrevolucionarios y no es
que confiaran en Dios, decían, sino que confiaban en el ejército y por eso
no huían. Si huían se declaraban enemigos del ejército y este los perseguiría,
y por eso no huían pensando que los tratarían bien, como amigos, por no
haber huido. Pero se equivocaron. El Ejército había perdido toda medida
de discernimiento (¡¡genocidio!!) y los acabó. Pensó que eran mentirosos.
No les creyó. Pensó que levantaban la Biblia, pero secretamente le daban
comida a la guerrilla. Y los acabó. En un próximo volumen, escrito hace
30 treinta años y que pronto se publicará explico esto
12
.
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Véase también el artículo de Ricardo Falla, «Martirio. Algunas reflexiones espirituales», en Del
proceso de paz a la masacre de Alaska. Guatemala 1994-2012, vol. 1, colección Al atardecer de la vida…
Escritos de Ricardo Falla, sj. (Guatemala: Avancso, URL, Edusac, 2013), 351-370.
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R
ICARDO
F
ALLA
, S. J.
C
AMINO
DE
VIDA
EN
LA
INVESTIGACIÓN
DEL
HECHO
RELIGIOSO
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
La nada verde, la nada fértil: El Popol Wuj: una interpretación
para el día de hoy
Quisiera entrar ahora a la investigación de una etapa más tranquila, la
investigación de la espiritualidad maya y en particular de la experiencia de
la nada. La nada, al fin y al cabo, está emparentada con la noche oscura.
Salí de Ixcán porque el Ejército encontró un buzón con mis papeles y
debía informar a la Iglesia de lo sucedido. El obispo de la diócesis no quiso
que volviera y fui destinado a Honduras, donde permanecí desde 1983
hasta 2001. Ya firmada la paz en Guatemala volví a residir hasta hoy en
un pueblo K’iche’ de Totonicapán, llamado Santa María Chiquimula, donde
trabajo apoyando a la parroquia y escribiendo.
Al volver de Honduras a Guatemala, en 2001, encontré un movimiento
bastante fuerte dentro de la Iglesia de Guatemala, «revalorización de la
espiritualidad indígena». Habían influido en él, el aniversario de los 500
años (1992), el Premio Nobel concedido a Rigoberta Menchú y la Carta
Pastoral de los obispos sobre la inculturación del Evangelio en las culturas
autóctonas. En ella los obispos de Guatemala pedían perdón por el
desencuentro de la conquista o invasión y se preguntaban cómo pagar
la deuda de los costos de las masacres y violencia contra las culturas que
había acompañado a la primera evangelización. También, en 1996, se firmó
la paz y se ratificó el acuerdo ya firmado sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas, donde se reconoce el derecho a su espiritualidad.
Encontré alrededor de la Iglesia de Santa María Chiquimula un movimiento
de revalorización de la cultura maya con relaciones hacia Chiapas, en
talleres de crecimiento en clave maya, talleres de teología india y Ejercicios
Espirituales también en clave maya. Se formó luego un equipo llamado
Qajb’al Q’ij (occidente) que da talleres de espiritualidad maya, cuyos
«horcones», como dicen, son el calendario maya y el Popol Wuj. Es decir,
me encontré al volver de Honduras con algo muy distinto de 1970, cuando
había vivido en el pueblo vecino de San Antonio Ilotenango. Antes, la
Iglesia fomentó el rechazo de prácticas importantes de la espiritualidad
maya K’iche’, que ahora pretendía apreciar y enaltecer.