390

U

NIVERSIDAD

 R

AFAEL

 L

ANDÍVAR

V

ICERRECTORÍA

 

DE

 I

NVESTIGACIÓN

 

Y

 P

ROYECCIÓN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

la había practicado, y les dieran el ejemplo de cómo de catequistas algunos 
habían pasado a ser guerrilleros. La segunda profundizó la aceptación de 
la guerra y se extendió con la experiencia de la represión del Ejército. Ese 
sí fue un momento de gran dolor que convirtió al campesino indígena 
definitivamente hacia la guerra. Se involucró en tareas y su apoyo se hizo ya 
una realidad del diario vivir, como parte de una subcultura de resistencia, 
donde el elemento religioso era muy importante. Así también para 
nosotros, como agentes de pastoral de acompañamiento en la resistencia, 
la guerra fue una actividad en la que participamos, no como combatientes 
ni tampoco como orgánicamente vinculados con la vanguardia (guerrilla), 
pero sí con toda el alma, haciendo presente a Dios entre las Comunidades 
de Población en Resistencia (CPR, se llamaban).

Mucho se puede hablar sobre el papel de la fe religiosa en una guerra 
revolucionaria, impulsada por dirigentes no religiosos, incluso algunos 
ateos que en sus campamentos enseñaban el marxismo leninismo.

Pero encontré otra realidad que estuvo presente en muchas de las masacres 
y que luego afloraba en la autodefensa durante la guerra. Era el uso del 
argumento religioso para no practicar la autodefensa impulsada por la 
guerrilla y para confiar en el Ejército, socapa de ponerse en las manos de 
Dios. Así murieron muchos en 1982. No huyeron, cuando el ejército se 
acercaba y fueron masacrados por él. ¿Por qué no huyeron? Ellos decían 
que se ponían en la mano de Dios. ¿Pero era esa la razón verdadera? Allí 
es donde la sospecha es siempre buena para analizar. Los compañeros, es 
decir, la guerrilla, decían que porque eran contrarrevolucionarios y no es 
que confiaran en Dios, decían, sino que confiaban en el ejército y por eso 
no huían. Si huían se declaraban enemigos del ejército y este los perseguiría, 
y por eso no huían pensando que los tratarían bien, como amigos, por no 
haber huido. Pero se equivocaron. El Ejército había perdido toda medida 
de discernimiento (¡¡genocidio!!) y los acabó. Pensó que eran mentirosos. 
No les creyó. Pensó que levantaban la Biblia, pero secretamente le daban 
comida a la guerrilla. Y los acabó. En un próximo volumen, escrito hace 
30 treinta años y que pronto se publicará explico esto

12

.

12

 Véase también el artículo de Ricardo Falla, «Martirio. Algunas reflexiones espirituales», en Del 

proceso de paz a la masacre de Alaska. Guatemala 1994-2012, vol. 1, colección Al atardecer de la vida… 

Escritos de Ricardo Falla, sj. (Guatemala: Avancso, URL, Edusac, 2013), 351-370.

391

R

ICARDO

 F

ALLA

, S. J.

C

AMINO

 

DE

 

VIDA

 

EN

 

LA

 

INVESTIGACIÓN

 

DEL

 

HECHO

 

RELIGIOSO

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

La nada verde, la nada fértil: El Popol Wuj: una interpretación 

para el día de hoy

Quisiera entrar ahora a la investigación de una etapa más tranquila, la 
investigación de la espiritualidad maya y en particular de la experiencia de 
la nada. La nada, al fin y al cabo, está emparentada con la noche oscura.

Salí de Ixcán porque el Ejército encontró un buzón con mis papeles y 
debía informar a la Iglesia de lo sucedido. El obispo de la diócesis no quiso 
que volviera y fui destinado a Honduras, donde permanecí desde 1983 
hasta 2001. Ya firmada la paz en Guatemala volví a residir hasta hoy en 
un pueblo K’iche’ de Totonicapán, llamado Santa María Chiquimula, donde 
trabajo apoyando a la parroquia y escribiendo.

Al volver de Honduras a Guatemala, en 2001, encontré un movimiento 
bastante fuerte dentro de la Iglesia de Guatemala, «revalorización de la 
espiritualidad indígena». Habían influido en él, el aniversario de los 500 
años (1992), el Premio Nobel concedido a Rigoberta Menchú y la Carta 
Pastoral de los obispos sobre la inculturación del Evangelio en las culturas 
autóctonas. En ella los obispos de Guatemala pedían perdón por el 
desencuentro de la conquista o invasión y se preguntaban cómo pagar 
la deuda de los costos de las masacres y violencia contra las culturas que 
había acompañado a la primera evangelización. También, en 1996, se firmó 
la paz y se ratificó el acuerdo ya firmado sobre los Derechos de los Pueblos 
Indígenas, donde se reconoce el derecho a su espiritualidad.

Encontré alrededor de la Iglesia de Santa María Chiquimula un movimiento 
de revalorización de la cultura maya con relaciones hacia Chiapas, en 
talleres de crecimiento en clave maya, talleres de teología india y Ejercicios 
Espirituales también en clave maya. Se formó luego un equipo llamado 
Qajb’al Q’ij (occidente) que da talleres de espiritualidad maya, cuyos 
«horcones», como dicen, son el calendario maya y el Popol Wuj. Es decir, 
me encontré al volver de Honduras con algo muy distinto de 1970, cuando 
había vivido en el pueblo vecino de San Antonio Ilotenango. Antes, la 
Iglesia fomentó el rechazo de prácticas importantes de la espiritualidad 
maya K’iche’, que ahora pretendía apreciar y enaltecer.