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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
aceptar nuevas. Para nosotros, fue un teólogo genial, Karl Rahner, el que
nos condujo de la mano desde la teología tradicional, que se encontraba
en los libros de texto, a una comprensión de la Iglesia y de la fe desde la
experiencia del Misterio, al que llamamos Dios, palabra que siempre limita
y que es como una moneda sucia que se usa para cosas opuestas. Rahner,
a mí, en particular, me liberó de la ley. Nos hicimos subversivos contra
lo que habíamos aprendido desde niños. Rahner nos enseñó a pensar,
poniendo todo en cuestionamiento. Su método era arrancar siempre de la
pregunta y batallar con ella y no temerle. Pero, no solamente llevar como
criterio de verdad la lógica implacable, sino, de la mano con lo que nos
había enseñado el maestro ecuatoriano de la ósmosis, encontrar el criterio
de verdad en la paz y la consonancia interior. Lo que nosotros los jesuitas
llamamos el método del discernimiento
6
.
Con este bagaje experiencial e intelectual, fui a estudiar antropología a los
treinta y cinco años a Texas. Éramos varios jesuitas centroamericanos que
fuimos enviados a estudios filosóficos y sociales en distintas universidades
de Europa y Estados Unidos. Yo fui enviado a estudiar antropología.
El más potente y líder de todos nosotros fue Ignacio Ellacuría, que fue
asesinado por el ejército salvadoreño, junto con otros cinco compañeros
y dos mujeres, en 1989. Éramos utópicos y estábamos impulsados por
un ansia de transformación del mundo desde nuestro trabajo intelectual y
organizativo. Ese era el norte de nuestros estudios.
Yo fui a Texas buscando la guía de Richard Adams, antropólogo que había
hecho trabajo de campo con estudiantes norteamericanos en Guatemala.
Cuando llegué, sus estudiantes habían terminado de escribir y no me
integré a ellos. Pero Adams no es un antropólogo de la religión. Otro
antropólogo más joven, Ira Buchler, me encandiló con Lévi-Strauss. Este
fue el primer influjo ya propiamente antropológico que recibí. Aprendí más
o menos a desarmar los mitos y los parentescos. Además, a través de otro
antropólogo, más materialista, Anthony Leeds, fui encaminado a conocer
los yaruros en Venezuela. Esa fue una experiencia muy impactante. Tres
meses aguantando hambre en la sabana venezolana junto a un afluente
del Orinoco y aprendiendo en la convivencia con ese pueblo primitivo
6
Ver a Herbert Vorgrimmler, Karl Rahner. Experiencia de Dios en su vida y en su pensamiento (Santander:
Sal Terrae, 2004).
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R
ICARDO
F
ALLA
, S. J.
C
AMINO
DE
VIDA
EN
LA
INVESTIGACIÓN
DEL
HECHO
RELIGIOSO
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
(entonces) los elementos de la sociedad donde el sistema de primos
cruzados era clave. A la vez, eran los años de la estela que había dejado
tras de sí la muerte del Che Guevara (1967). Me apasionó su diario y lo
comparaba con la experiencia yarura, no por lo revolucionario, sino por
el aspecto elemental de su vida. Y así llegué al examen comprensivo sobre
antropología de la religión en que me pusieron a analizar un mito de no sé
dónde y también me pusieron preguntas sobre la evolución de la religión.
Me alabaron las respuestas de lo primero, pero consideraron que estaba
crudo en lo segundo. Me hicieron repetir el examen. Lo cual me sirvió
para tener en mente que no se puede considerar en el aire la cosmovisión
sin relacionarla con la evolución y el poder, entendido como adaptación al
medio, en lo que el cuerpo teórico de Adams era fuerte, siguiendo a Leslie
White. Y el poder, con la primacía de la tecnología, como mediadora entre
el ser humano y el medio.
Así, con esta mochila en la espalda de cosas medio aprendidas, me tiré
al trabajo de campo para la tesis doctoral. Fui a un pueblo K’iche’ de
Guatemala, llamado San Antonio Ilotenango, que aparece en el Popol Vuh
como Ilocab, un conglomerado de linajes aliado a los K’iche’. Orientado por
Adams, iba a buscar el impacto de la demografía en la cultura de ese pueblo
pequeño de unos siete mil habitantes, en 1969. No iba a ser un estudio
de antropología religiosa. Pero me encontré con un movimiento religioso
de rebelión contra las creencias tradicionales que se había extendido a
prácticamente todo el altiplano indígena de Guatemala y tenía como
nombre Acción Católica. El núcleo de la rebeldía consistía en rechazar
al que hoy se llama líder espiritual maya, en K’iche’ aj q’ij. Junto con él se
rechazaba su símbolo principal, el tz’ité (envoltorio de semillas del árbol
de pito, rojas) y su práctica ritual de adivinación (ch’ob’onik), de acuerdo
al calendario maya, todavía muy vivo en esos lugares. El movimiento se
institucionalizó en centros fuertes que se erigieron en el hinterland de los
municipios, con una ermita, y fue apoyado por un clero joven, extranjero
en su mayoría, que había entrado a Guatemala después de la invasión desde
Honduras del anticomunista Castillo Armas, en 1954. Ante la realidad que
tenía delante, Adams me permitió cambiar el tema de la tesis.
De allí vino el título de la tesis, «La conversión religiosa», y del libro, Quiché
rebelde, que fue leído por el Ejército como un texto subversivo y por la