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U

NIVERSIDAD

 R

AFAEL

 L

ANDÍVAR

V

ICERRECTORÍA

 

DE

 I

NVESTIGACIÓN

 

Y

 P

ROYECCIÓN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

Congress of Mesoamerican Studies, at the Edificio de Correos, in Guatemala City. 
This commentary takes the reader on a tour through three different facets of the author’s 
life: as a person, as an anthropologist and as a theologian. 

Keywords: love, science, culture, history and violence

San Juan de la Cruz reunió una serie de avisos y sentencias espirituales 
bajo el título «Dichos de la Luz y Amor». El numerado como 59 dice: 
«A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar como Dios quiere 
ser amado, y deja tu condición». Este dicho no le fija tiempo al tiempo y 
mucho menos término al amor mismo. No estamos ante la muerte, sino en 
el encuentro con un rostro de amor. Para San Juan de la Cruz, la tarde es 
entrada a la noche que en el «alma» puede llegar a la suprema comunicación, 
cito un verso de él «¡oh noche que guiaste! ¡oh noche amable más que la 
alborada! ¡la noche que juntaste amado con amada, amada en el amado 
transformado!». El amor se ha purificado para San Juan de la Cruz porque 
nos lo ha hecho pasar por el cedazo de la luz. La luz de la vida. El amor 
una vez purificado continúa, sigue siendo historia. 

Falla tiene todo el derecho a glosar una sentencia, más que un verso de 
San Juan de la Cruz. Así, esta sentencia convertida en verso teje entre la 
memoria, la historia y el olvido. El olvido invita a una meditación, pues, 
nos coloca en una hermenéutica de la condición histórica de los seres 
humanos que somos. La historia nos pone ante una epistemología de 
las ciencias históricas y la memoria nos narra los juegos mnemotécnicos 
que construimos para no «perder» lo vivido, lo recorrido. Estas tres 
realidades que le adjudicamos a Falla: memoria, olvido, historia, se 
reúnen en una representación del pasado y de la realidad. Falla nos regala 
en este compendio de sus escritos, la idea y la mirada para una política 
de la justa memoria.

Me hago eco y agradezco a Clara Arenas, el prólogo al texto que hoy 
tenemos entre las manos. Me parece una invitación delicada y tierna para 
ver en estos escritos un testamento. Es decir, el autor nos regala retazos de 
su vida donde podemos descubrir la multitud de pequeños diamantes del 
amor de Dios a Guatemala, de ahí, a la región, a la creación y especialmente 
a los seres humanos, y dentro de los seres humanos, los pobres. Estamos 

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E

DUARDO

 V

ALDÉS

, S. J.

R

ICARDO

 F

ALLA

, S. J., 

EL

 

POETA

 

DE

 

LA

 

ANTROPOLOGÍA

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

en ese camino donde Falla se ha hecho prójimo, y sobre todo, estamos 
ante la invención de la fraternidad como otro José en Egipto, tierra de 
esclavitud, sabiendo que la historia sigue siempre empujando la verdad de 
la vida y la libertad del amor.

Quisiera acompañar a Falla en este texto como persona, antropólogo y 
teólogo. Por eso iremos parafraseando, hasta cierto punto, su «introducción 
general a la obra». Además, guiados por otro texto de él, Esa muerte que nos 
hace vivir,
 y lo vamos a parafrasear como hizo con San Juan de la Cruz y 
digamos que nuestro comentario es una sencilla lectura de «esos sentidos 
del amor que nos hacen vivir».

La persona

Nací cuando Falla estaba graduándose de bachiller. Lo escuché y lo vi 
por primera vez en 1966 cuando iba camino a Austin, Texas, a estudiar 
antropología. Con Carlos Cabarrús estábamos en el noviciado en Santa 
Tecla, nos habló de algo fundamental para San Ignacio de Loyola, previo 
y siempre fundante para la Compañía de Jesús: la misión. La vida es 
constitutivamente discernimiento, no solo sopesar para que siga siendo 
vida, sino como respuesta a un amor: «¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué 
hago y que he de hacer por él?».

En otro momento, cuando contó todas sus peripecias para llegar hasta 
una comunidad de Yaruros (en Venezuela). Hizo creer que la lluvia se 
volvía fotografía cuando repartió por avioneta su rostro de esos años, 
para ser reconocido cuando dejara el cielo y entrar a pie entre los ríos 
y los árboles; allí nos contaba su convivencia con ellos, sus idas al río y 
su vuelta a la «civilización» cuando la avioneta no llegó al lugar ni en el 
tiempo convenido. También con su tesis de Quiché rebelde, donde su amor 
pasó por las nociones de Richard Adams, su querido amigo, y sus primeras 
reflexiones sobre la cultura como modo de traducir en vida la relación con 
la naturaleza y la relación entre los seres humanos.

Además, cuando nos hizo la invitación a varios de nosotros, estudiantes 
de teología en ese momento, a que lo acompañáramos a una investigación 
en Panamá en zonas indígenas. En los momentos que contaba la muerte