326

U

NIVERSIDAD

 R

AFAEL

 L

ANDÍVAR

V

ICERRECTORÍA

 

DE

 I

NVESTIGACIÓN

 

Y

 P

ROYECCIÓN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

Es probable que feministas de distintas experiencias, en Honduras 
y Guatemala, tal vez le dirían a Ricardo que las contradicciones en su 
tríptico tienen sus raíces en la academia occidental, blanca y masculina. 
Preguntarían: ¿por qué Ricardo eligió usar el singular de «la mujer», 
«hacia el corazón de la mujer», o aún de «una mujer», ante la diversidad 
de experiencias y relaciones de poder que él ha encontrado?». Por otro 
lado, mientras hay bastantes feministas que también hacen abstracciones 
buscando tipificar las experiencias de las mujeres, las feministas 
comunitarias basan su reflexión en la especificidad de sus experiencias 
de mujer-territorio y ofrecen una conversación distinta para aproximarse 
al cambio social. Tantos los feminismos decoloniales como comunitarios 
insisten en una crítica de cualquier categoría singular de la mujer que 
borre las experiencias cruzadas y articuladas de raza, etnia, clase, geografía 
y colonialidad, y cuestionan análisis de identidad que no problematizan 
estos sistemas y prácticas de dominación.

Puede ser que estas mujeres, de distintas experiencias que están haciendo 
sus propias teorizaciones en conversación con los conocimientos 
producidos localmente y de afuera, tengan contribuciones que hacer al 
método tríptico de la vida de Ricardo –y no tengo duda de que él estaría 
dispuesto a escucharlas–.

Más allá del feminismo comunitario, recoger hilos sueltos que 

pueden tejer una nueva mañana

Las raíces de la palabra recordar en inglés y español son distintas. La palabra 
en inglés «remember» enfoca en la mente… llamar a la mente de nuevo

53

Cuando la uso, muchas veces escribo re-member, para referirme a juntar de 
nuevo los pedazos del pasado. Pero la palabra en castellano, «recordar», 
es aún más profunda, «volver a pasar por mi corazón»

54

. En este ensayo, 

mi esfuerzo por juntar los hilos del pasado ha permitido que Ricardo, su 
tenacidad, su compasión, su picardía sabia, y sus paredes volvieran a pasar 
por mi corazón.

53

 Terry Hoad, ed., The Concise Oxford Dictionary of English Etymology (Oxford, Inglaterra: Oxford 

University Press, 1996).

54

 Eduardo Galeano, El libro de los abrazos (Madrid, España: Siglo XXI Editores, 1989), 4.

327

J

ENNIFER

 J. C

ASOLO

R

ICARDO

 F

ALLA

UN

 

PRISMA

 

AL

 

TRÍPTICO

 

DE

 

SU

 

VIDA

HACIA

 

EL

 

CORAZÓN

 

DE

 

LAS

 

MUJERES

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

Ricardo sabe más de mí de lo que saben muchas de mis mejores amigas. 
Es cierto, dos veces él fue mi acompañante cuando hice los Ejercicios 
Espirituales Ignacianos, me abrí con él hasta donde era capaz. Digo hasta 
donde era capaz, porque había aprendido desde chiquita a mostrarme 
como vulnerable; para esconder mis verdaderas heridas –puntos débiles 
más profundos–. Pero Ricardo, entre su sarcasmo, su insistencia en eficacia, 
su avaricia intelectual para proteger su espacio, y su compasión –que es 
una cobija para los y las excluidos en toda forma– me ayudó a bajar mis 
defensas: veía y ve más, entendía y entiende más.

Corría el año 2000. Ricardo había regresado a Tocoa como párroco 
sustituto, esa vez porque hubo amenazas de muerte contra Pedro Marchetti, 
y la Provincia había hecho un cambio temporario… Pedro en el ERIC, en 
El Progreso, y Ricardo de párroco. Dentro de poco estaría despidiéndome 
del Bajo Aguán para seguir el camino de los otros tres del conventillo: sacar 
un doctorado. Ricardo había escrito una de las cartas de recomendación 
que me ayudó a asegurar mi entrada al programa que quería. Mi doctorado 
sería el sexto (si cuento bien) que Ricardo había provocado desde Tocoa, 
donde fuimos picados por su tríptico.

Era un lunes, y los lunes eran el día de comunidad para los jesuitas 
misioneros en Tocoa. Por siete años los había mirado: iban a Trujillo, 
al mar, reflexionaban, se relajaban, tejían su comunidad de fe y acción. 
Ricardo estaba esperando a que salieran de la casa parroquial. Seguramente 
alguien necesitaba cumplir una tarea antes de que pudieran irse; de hecho les 
costaba crear el tiempo para la comunidad. Yo pasaba por la casa parroquial 
en mi ruta hacia las oficinas de la Pastoral Social Diocesana, donde en 
el mundo surreal pos-Mitch, yo trabajaba. Mi corazón pesaba más de lo 
normal porque percibía el abandono que sentía el pueblo por la ausencia 
de Marchetti, y sentía mi propia soledad profunda, ya que se aproximaba mi 
salida. Tal vez por eso, el momento me queda como una forma benjamiana 
que destella en el instante

55

. Paré, intercambiamos palabras superficiales, y 

Ricardo me miró y me dijo (y aquí sé que no recuerdo las palabras exactas, 
pero las pongo en comillas de todos modos): «un día no será así, un día 
ustedes (mujeres laicas comprometidas) irán con nosotros».

55

 En su Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Walter Benjamin escribe que: «La verdadera imagen 

del pasado es fugaz. Solo podemos apropiarnos de él en una forma que destella en el instante 

en que es reconocible. Y nunca es visto ya otra vez».