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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
en Ixcán, Guatemala, donde el ejército abrió fuego a tres comunidades. Y
tanto él como yo habíamos experimentado la vida entre la muerte. En ese
primer momento, cuando nos conocimos en una cafetería cualquiera, entre
el dolor de rupturas y las lágrimas silenciosas de los dos, nos encontramos.
Le conté cómo justo en enero de 1993 (un año después de la firma de los
Acuerdos de Paz) yo había logrado regresar a El Salvador –al país que era
mi «Ixcán»–, y le afirmé que por eso sabía en carne propia que su exilio de
Guatemala también tendría su fin.
Seis meses después, cuando nos encontramos de nuevo en una presentación
que él estaba dando en Washington D. C., Ricardo vio las grietas abiertas de
mi corazón (recientemente roto por cuestiones sentimentales) y escuchó
mi anhelo de regresar a América Central. Le compartí con vergüenza lo
que me provocó lágrimas, y con ánimo, lo que me sembró la esperanza.
Hacía un mes me había acompañado a las CPR en Ixcán en una de esas
visitas relámpago de solidaridad. El día de esa ponencia en Washington
busqué a Ricardo con una sola pregunta: «¿Debo ir a Ixcán?», le pregunté,
«¿o debo regresar a El Salvador para estar con las Comunidades Eclesiales
de Base?». Ricardo miró más allá de mis ojos húmedos, ofreciendo su
confianza y compasión: «¿Por qué no vienes a Tocoa a trabajar con las
mujeres?». Su perspicacia tocó una verdad íntima en mi persona: «Sí», dije
inmediatamente a la invitación de incorporarme para avanzar el trabajo de
la pastoral social de la mujer en la parroquia de San Isidro Labrador, en
Tocoa, Colón, Honduras; el lugar donde asignaron a Ricardo después de
su salida de Ixcán.
Ruta de reflexión: recogiendo hilos escasos y dispersos
«Hilos escasos y dispersos», me dije, «¿qué puedo compartir yo en este
texto que recoge reflexiones y análisis del trabajo y vida de Ricardo?». Es
cierto, Ricardo transformó mi vida, pero, «¿qué puedo ofrecerle yo?». La
ruta de mi reflexión es estrecha y no tan despejada. No pretendo analizar
los años que compartí con Ricardo en Honduras desde los hechos…
mis cuadernos están perdidos, y las fechas y memorias resbalan sobre sí
mismas. ¿Qué de estos hilos me contaba o vivía con Ricardo, qué aprendía
301
J
ENNIFER
J. C
ASOLO
R
ICARDO
F
ALLA
,
UN
PRISMA
AL
TRÍPTICO
DE
SU
VIDA
:
HACIA
EL
CORAZÓN
DE
LAS
MUJERES
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
en nuestra pequeña comunidad laica «el conventillo»
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? ¿Cuáles vienen
de reflexiones compartidas con Pedro Marchetti, durante estos veinte
años que nos hemos conocido? No hay respuesta, solo voy recogiendo
hilos dispersos y escasos, no para abordar una reflexión de todo lo que
Ricardo contribuyó al tríptico de la investigación-formación-incidencia en
Honduras, sino para sugerir cómo, desde la opción de escuchar la voz de
las mujeres, se va desarrollando en él un deseo de indagar el corazón de las
mujeres como paso esencial para comprender los límites y las posibilidades
de cambio social, primero en Honduras y después en Guatemala. Incluyo
las memorias escritas que Ricardo me pasó de los talleres nacionales sobre
la mujer hondureña que realizamos, unos ensayos de opinión que Ricardo
había escrito para distintas fuentes hondureñas, publicados en la colección
Al atardecer de la vida…, en el volumen dos: Cuadros sueltos que prefiguran el
siglo XXI. Honduras 1993-2001.
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Aunque recoge hilos, este ensayo se lee como un collage de tejidos, dividido
en seis pequeños retazos, cada uno representando un tejido que su
integralidad queda todavía por encontrar. El primer retazo sitúa al lector
en «los términos de referencia» que Ricardo me dio en Honduras, los
cuales establecen las fronteras de mi reflexión. El segundo describe la
coyuntura en que Ricardo elige a «la mujer» como tema de investigación
y acción, pero también a «la mujer» como sujeto investigador y productor
de conocimiento. Repasa acontecimientos personales y políticos,
internacionales, nacionales y locales que pienso influyeron en Ricardo
para abrir y abrirse a este camino. El tercer retazo se aproxima al
corazón de los talleres sobre la mujer hondureña, donde entre veintitrés
religiosas y cuarenta laicas aprendimos a investigar y a sistematizar
nuestros hallazgos preliminares. Allí demuestro la dialéctica entre cómo
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El conventillo es el nombre con el que los tres laicos (dos mujeres y un hombre) que estaban
en Tocoa cuando yo llegué, se habían autobautizado como grupo de misioneros, no jesuitas ni
religiosos. Me incorporaron inmediatemente. Los licenciados de Socorro Jurídico: Ana María
Pineda y Recaredo Fernández, la educadora popular Isabel Vinent y yo compartimos cuatro
cuartos en una cuartería (lugar que alquila cuartos). Vivimos como comunidad, con muy poco
dinero, cocinando, reflexionando y analizando juntos: la coyuntura y el nuevo momento de lucha,
nuestra posición subordinada como laicos y las dinámicas de la Provincia Centroamericana
de la Compañía de Jesús. Otras laicas comprometidas como Angélica Moreno pasaron por el
conventillo, pero fuimos nosotros cuatro quienes estuvimos más tiempo.
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Ricardo Falla, Cuadros sueltos que prefiguran el siglo XXI. Honduras 1993-2001, vol. 2, colección
Al atardecer de la vida… (Guatemala: Avancso, 2014).