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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
Yo me molesté y escribí una breve columna bajo el título «Intelectuales
a pecho abierto», en alusión al episodio del presidente –al que sirvió este
candidato– que en una ocasión cuando se rumoreaba que su esposa,
arrebatada por los celos, le había disparado en el pecho, convocó a una
conferencia de prensa, y ante todos los periodistas y sus cámaras se quitó el
saco, la corbata, la camisa y mostró su pecho descubierto para desmentir los
rumores. Yo dije en mi artículo que los intelectuales habían abierto su pecho
para mostrar lo que eran: legitimadores de la represión y desapariciones del
pasado reciente. La reacción a mi artículo fue feroz. Duró varias semanas
continuas porque respondía a la invitación que el ministro de Cultura de
entonces hizo a los «intelectuales» de «dispararme a muerte» en los escritos
de respuesta. Ricardo escribió entonces en la misma sección de opinión del
periódico en el que yo escribía, una columna con el título «Melo», como
respuesta a la cantidad de veneno que destilaban sobre mi trabajo y mi vida
personal. Una vez más, Ricardo se las jugaba por un compañero y amigo,
y para mí esa expresión de solidaridad fue como un bálsamo en medio de
tantos ataques.
Ricardo se ganó el respeto, admiración y cariño de muchos jesuitas de
Centroamérica, especialmente luego de su trabajo de acompañamiento en
las CPR de Ixcán. Muchos leímos con avidez sus libros y nos nutrimos de
esa Guatemala golpeada al acercarnos a Masacres de la selva y a la ternura y
resistencia que recoge en el libro Historia de un gran amor. Nos gustaba que
Ricardo llegara a las comunidades porque aprovechábamos las noches para
que nos contara, «cuéntanos, Fallita, sobre tu vida en el Ixcán», le decíamos.
Y él con sus ojos de picardía y sonrisa burlona comenzaba y terminaba casi
siempre con dos cosas: una, llorando hasta por los detalles más pequeños;
y dos, riéndose de todo, hasta de lo más sagrado. Este reconocimiento
quedó patente cuando los jesuitas lo elegimos para que nos representara
en la Congregación General 34 de los jesuitas en Roma, que es como la
gran asamblea mundial en donde se toman autónomamente decisiones que
se convierten en obligatorias para los jesuitas de todo el mundo. Antes de
salir a Roma, le dejé un papelito insignificante con una expresión: «Falla,
salite del molde cuando estés en Roma». Ricardo convirtió en mandato ese
papelito y en varias ocasiones hizo referencia de ello en sus intervenciones,
todas con expresiones y propuestas que desequilibraban los asientos tan
bien ordenados de los asuntos romanos.
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I
SMAEL
M
ORENO
C
OTO
, S. J.
R
ICARDO
F
ALLA
,
NACIDO
PARA
ROMPER
MOLDES
:
UNA
NOTA
TESTIMONIAL
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
Con sus escritos «Al atardecer de la vida», Ricardo nos ayuda a que
descubramos una vida realmente vivida para los demás. Es sin duda una
herencia como la de esos abuelos que no dejan ni oro ni plata, sino su propia
sabiduría para que sepamos andar por los azarosos caminos de esta historia
y realidad complejas del siglo veintiuno. Gracias a ese abuelo de cabeza
calva, hoy contamos con tantos escritos reunidos en varios volúmenes.
Deja especialmente el testimonio de un hombre sabio con sencillez de vida,
entrega total desde el amor que le da la libertad para reírse incluso de él
mismo y de todo lo que digamos de él, aunque nos salga del alma. Porque
si alguien tuviera que decir una última palabra de Ricardo que dijera una
verdad siempre a cuestas, sin duda diría que es el místico intelectual que
anda por la vida rompiendo todos los moldes, incluso los más sagrados,
porque nació para ayudarnos a que rompamos paradigmas.
Figura 1. Ricardo Falla, S. J., e Ismael Moreno, S. J., en San Salvador
Fotografía de Héctor Efrén Flores «Chaco de la Pitoreta», 2017.