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ANDÍVAR

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DE

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NVESTIGACIÓN

 

Y

 P

ROYECCIÓN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

places where we shared pastoral work. There is no better way to describe Ricardo than 
as an intellectual mystic who was born to break molds. 

Keywords: love, paradigms, wisdom, solidarity, pastoral work. 

Conocí a Ricardo a finales de la década de los setenta del siglo pasado.
A partir de entonces nunca dejé de seguirle la pista y de compartir 
complicidades comunes en la búsqueda de justicia y ternura en esta 
Centroamérica tan hermosa, pero a la vez destrozada y partida.

Era todavía yo un pichón en la Compañía de Jesús cuando escuché que 
Ricardo, el gran jesuita Ricardo Falla, se tambaleaba en su vocación 
religiosa, y conocí por boca de sus más íntimos amigos, y luego por su 
propia voz entrecortada por el llanto, que estaba enamorado a sus más de 
cincuenta años. Enamorado de una mujer, así como se había enamorado, 
desde que ingresó a la Compañía de Jesús, de la vida, de la justicia y del 
amor por Jesucristo, a quien en no pocas ocasiones debió haber recitado 
el poema del místico San Juan de la Cruz, y que en esas nuevas como 
hermosas y duras circunstancias de su vida recitaba cruzado tanto por el 
amor divino como el amor a la humana: «Descubre tu presencia y máteme
tu vista y hermosura, mira que la dolencia de amor que no se cura, sino con 
la presencia y la figura». Y aunque salió airoso de su carga de amor, nunca
dejó de llevar en su morral la memoria viva de la historia de «un gran amor»
como «esa muerte que nos hace vivir».

Así es Ricardo, de una sola pieza. Sin dobleces. Vive tan hondamente la 
relación humana de amistad personal como su relación con la investigación 
y con la entrega a las comunidades. No hay fronteras en su vida. Tanto 
amor pone en los detalles como en los asuntos históricos. Por donde ha 
pasado ha dejado las huellas de «su gran amor». Vivió y trabajó en la ciudad
de El Progreso, Yoro, mi tierra natal, y fue el compañero jesuita que más
asiduamente visitó a mi anciana madre, tanto que a sus cerca de cien años, 
esta es la pregunta obligada que me hace doña Lita, mi madre, a mi regreso 
de cualquier viaje: «¿Y viste a Fallita?». Y al salir no importa a qué lugar,
su mensaje de siempre: «Si ves a Fallita le das mi saludo». Así es Ricardo,
con capacidad para emprender, sostener y defender los argumentos de sus 

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NACIDO

 

PARA

 

ROMPER

 

MOLDES

UNA

 

NOTA

 

TESTIMONIAL

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

investigaciones como para saber valorar la humanidad desde la sencillez de 
las personas con rostro y nombre propios.

A finales de 1990, tuve la oportunidad de conocer las Comunidades de
Población en Resistencia (CPR) de Ixcán, en el norte de Quiché, en la 
zona fronteriza con México, el «gran amor» de Ricardo. Él debía salir
por un par de meses a realizar actividades de divulgación de su trabajo 
y de fortalecimiento de la solidaridad internacional con las CPR. En una 
reunión de análisis organizada por lo que entonces todavía se llamaba 
el Centro de Investigación y Acción Social de Centroamérica (Ciasca) 
de los jesuitas, Ricardo pidió apoyo para que un jesuita suficientemente
equilibrado lo sustituyera por ese tiempo. Sin tener para nada equilibrio en 
mi vida, me ofrecí e inesperadamente el provincial le propuso mi nombre 
a Ricardo. No lo vi yo seguro, se me quedó viendo de arriba a abajo, 
con mirada de duda, como diciendo con sus ojos vivaces: «¿Y este, qué
equilibrio tiene en su vida como para meterse en este asunto?». Y con
sarcástica sonrisa aceptó, aunque luego, ya en ambiente de confianza, me
habría de decir que entonces dudaba de mi presencia, porque a saber qué 
información querría sacar el provincial a través del envío de uno de sus 
amigos, como en efecto lo era yo.

No fueron dos meses los que pasé en las CPR de Ixcán. Fueron cuatro. 
Los primeros dos meses en compañía de familias profundamente 
humanas y comprensivas, y con catequistas animadores de la pastoral 
entre aquellos ambientes de persecución, zozobra y resistencias. Y dos
meses acompañando a Ricardo en sus visitas y en sus diversas actividades 
pastorales. Ha sido un tiempo excepcional en mi historia personal. Aprendí 
enormemente de las familias y las comunidades indígenas en resistencia y 
aprendí a borbotones de la vida, experiencia y conocimientos de Ricardo. 
No me canso de contar aquella anécdota de una formación sobre lo que 
es la Iglesia que Ricardo me pidió que preparara y que impartiera a los 
catequistas de las diversas comunidades de resistencia ocultas bajo la selva 
de Ixcán. Me preparé todo lo que pude, y a lo largo de un día, y teniendo 
de testigo a Ricardo, expuse los conocimientos de eclesiología que había 
recibido en mis estudios en San Salvador.