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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
claro», del retorno organizado, del traslado de las CPR a Primavera del
Ixcán. Al acercarnos, convivir y vincularnos afectiva y efectivamente con la
población, con sus alegrías y tristezas, con sus «destrozos y solidaridades»,
y también con sus conflictos, nos convertimos en «mejores personas».
Ellos y ellas nos «criaron» de nuevo. Nos dieron muchos otros motivos
por los que vale la pena vivir, desgastarse, luchar y gozar con la gente y
para la gente. Después vendrían las divisiones y tristezas, pero esa es la
condición humana. Nadie nos quitará la fuerza vital que recibimos por
estar caminando con estos pueblos y por eso estamos agradecidos a «la
vida que nos ha dado tanto».
Reseña sobre el autor
Francisco (Paco) Iznardo nació en un municipio de Valencia, España.
Después de graduarse de la universidad ingresó en el noviciado de la
Compañía de Jesús, en Zaragoza (España). Pero solo duró cuatro años
como jesuita en España porque migró a Centroamérica en 1988. Vivió en
una parroquia campesina en Tocoa, Colón, Honduras, durante dos años,
donde aprendió a sembrar milpa y a dinamizar grupos de jóvenes que no
entendían su modo de hablar el español. Estudió después Teología en la
Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA) de El Salvador.
Colaboró con el Movimiento Comunal de la capital en los años de la firma
de la paz (1990-1993). Luego llegó a Guatemala (febrero de 1994) para
continuar el trabajo de acompañamiento a las Comunidades de Población
en Resisitencia (CPR) de Ixcán, que había comenzado la Compañía de
Jesús con Ricardo y después con Ismael (Melo) Moreno:
El Ixcán fue un punto de inflexión en mi vida. Viví trece años entre los pueblos
indígenas en resistencia y los retornados de México. Recibimos la herencia de
Ricardo Falla y de tantos compañeros y compañeras que acompañaron los
procesos de la población en resistencia. Fundamos una parroquia pero sobre todo
nos dejamos llevar por la gente, por su modo de vivir y de organizarse, por sus
maneras de participar, por su mística y su fe, y también por sus pleitos y divisiones.
Aprendimos lo que significa acompañar y poner un granito de ternura y amor
mutuos. Nos hicieron mejores personas en medio del sufrimiento de la guerra y
de la reinserción en las cooperativas y asentamientos. Estuvimos entre la gente,
al principio sin casa y en las champitas de las familias. Dependíamos de ellos y
ellas para casi todo. Nos daban de comer, nos guiaban por la selva, nos curaban,
nos animaban, nos daban un montón de cariño y ternura. Construimos juntos
comunidades eclesiales, pero también aldeas nuevas que habían sido arrasadas. La
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F
RANCISCO
I
ZNARDO
, S. J.
L
EGADO
DEL
TRABAJO
PASTORAL
EN
I
XCÁN
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parroquia fue punto de encuentro, de esperanza y de acompañamiento tierno pero
crítico. Allí están mi corazón, mis ahijados y ahijadas, y muchas de mis familias.
Actualmente Paco Iznardo vive en el asentamiento Jesús de la Buena
Esperanza (Puente Belice) de la parroquia San Antonio de Padúa, a cargo
de los jesuitas. Está dando seguimiento al Proyecto Puente Belice (PPB),
que ofrece oportunidades de estudio e inserción en las empresas a jóvenes
de escasos recursos de las zonas 6, 18 y 16, bajo el lema «oportunidades
sí; limosnas no». El reto es apostar por los jóvenes para que confíen en sí
mismos y en sus posibilidades, para que aumenten su autoestima dañada
por el contexto comunitario, familiar y social donde les toca vivir, para que
sean constructores de una Guatemala mejor.
Siempre ha sido un apasionado por los pueblos más excluidos y oprimidos y
un «fanático» de lo «pequeño», de lo local, de echar raíces para transformar
lo «grande»: nuestra sociedad «infectada» por el racismo, el patriarcalismo
y el consumismo de este capitalismo depredador que provoca tanta
desigualdad y tanta muerte. Mientras «arreglamos esto» sigue disfrutando
por poner en práctica las palabras de José Martí: «con los pobres de la
tierra quiero yo mi suerte echar».