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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
ejemplo, nosotros que no tuvimos casa en Pueblo Nuevo hasta el año 96, siempre
nos quedábamos en casas de catequistas. Los libros de bautismos los teníamos
en casa de un catequista que era de un grupo y nos quedábamos a dormir en la
casa de otro catequista que era del otro bando. Siempre nos identificaron más
afines a la parte de las CPR que a la parte de las Comisiones Permanentes. Pero
claro… veníamos de las CPR. De hecho, desde las CPR salimos a recibirlos y
acompañarlos a todos ellos. Esto nos provocó tensiones y sobre todo chismes y
rumores: «que si Paco ya fue a celebrar una misa a la desmovilización… que si
a Paco lo quieren matar en Pueblo Nuevo… que ya se corrió el Paco». Los dos
grupos querían adjudicarse el beneplácito de la parroquia, porque tener de su lado
a la iglesia que los había acompañado siempre y muy de cerca, era una manera de
ganar adeptos para su bando.
Nosotros tratamos de nunca pronunciarnos ni de un lado ni del otro, pero en
realidad teníamos más amigos en un grupo, porque era con los que habíamos
estado más cercanos. Y eso que yo había llegado de último a las CPR y al final
teníamos tanta amistad con unos como con otros porque yo no había estado en
la «guerra» y no me podían «colorear» de ninguna corriente dentro de sus grupos.
Pero incluso con los retornados de las cooperativas tuvimos más amistad con los
de un lado, porque tal vez los de las CCPP nos tenían más desconfianza. Sobre
todo los dirigentes más maliciosos o más corruptos de ese grupo que terminó
muy cercano al ejército. Pero había también muchas personas que se alejaron del
EGP porque estaban resentidos por el maltrato y la prepotencia con que se les
había tratado en los tiempos del conflicto. Además querían sentirse más libres y no
manipulados por la «Organización» (léase EGP). Con esos había cercanía, había
catequistas, no había problema. Pero los dirigentes de las Comisiones Permanentes
o de las juntas directivas, que se habían corrompido o que estaban por otros
intereses, sentían desconfianza porque la parroquia denunciaba y a la Iglesia no
la podían manipular ni engañar. Hubo mucha corrupción con la legalización de
la tierra, hubo corrupción aceptando pagos de la petrolera para dar permiso para
entrar, etc.
Gustavo Meoño y la Fundación Rigoberta Menchú tuvieron un papel fundamental
pues sabían en qué «terreno» estaban jugando. Melo y Ricardo no me habían
introducido en esos «relajos» y tuve que ir aprendiendo a base de sorpresas,
«metidas de pata» y sobre todo discreción. Mi relación con el EGP fue mínima,
casi nula. Únicamente nos relacionábamos con la organización social y comunitaria
de las CPR y los retornados. Aunque Melo me presentó ante las autoridades de las
CPR como persona de confianza, ya no llegaron a establecer contacto sistemático
conmigo. Tal vez tuve un par de encuentros pero no estábamos presentes en sus
celebraciones, ni siquiera cuando invitaban a la población civil. Al final Gustavo
renunció a la Fundación y las juntas directivas fueron las que iban dirigiendo las
comunidades y administrando la división. Mucha gente de este grupo se quedó bajo
la égida del ejército. No había posibilidad de ser neutral: «o conmigo o contra mí».
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F
RANCISCO
I
ZNARDO
, S. J.
L
EGADO
DEL
TRABAJO
PASTORAL
EN
I
XCÁN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
Figura 4. Ismael Moreno
, S
. J
., Ricardo F
alla, S
. J
., Marcelino López y F
rancisco Iznardo
, S
. J
., en San Salv
ador
Fotog
rafía de Héctor Efrén Flores «Chaco de la Pitoreta», 2017.