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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
lo que nos conducía a plantear preguntas, sobre las condiciones sociales y
económicas del retorno; y la reubicación de aquellas poblaciones.
Pero, ¿qué pasaba? en nuestras entrevistas. Había elementos que muchos
querían sacar al aire, temas que salían, motu proprio, y formaban el contexto
de muchas entrevistas. El principal hilo narrativo fue el relato de la
muerte. Una y otra vez, oíamos la descripción de las masacres de 1982.
El recuerdo de las masacres vivía en la conciencia de los sobrevivientes y
constituía uno de sus mayores puntos de referencia; la línea divisoria entre
sus vidas de «antes» y la del presente. Diversas preguntas nos volvían al
tema de la muerte: si preguntábamos sobre el precio para vender el café,
ellos respondieron que el precio era [tal], pero no como antes, antes de la
«situación», cuando «los ejércitos» llegaron y quemaron todo, etcétera. El
recuerdo de la masacre les desviaba casi cualquier otro relato
13
.
Falla había encontrado lo mismo, al iniciar su trabajo sobre la reconstrucción
histórica de la guerra en Ixcán. Creo que esa labor de Falla nos dio varias
luces. Primero, nos mostró que, desde el punto de vista antropológico, era
válido estudiar la violencia como eje de una investigación. Y de manera
más amplia, nos enseñó algo vital sobre la etnografía, como método
de investigación. El valor de la etnografía reside, no solo en su amplia
descripción de la vida cotidiana, sino fundamentalmente, en su apertura
epistemológica, es decir, que la investigadora o el investigador se abra a
conocer y respetar lo que las personas quieren expresar, en vez de encerrarse
en los temas y las categorías de análisis preestablecidos.
Myrna estaba convencida de la necesidad de esa apertura metodológica. Ser
investigadora en Guatemala a finales de los ochenta «era como sobrevivir
un terremoto», decía ella. Al levantarse de las ruinas, uno encontraba
un paisaje poco reconocible. Había que descubrir los nuevos contornos
partiendo de los insumos frescos. Podemos decir que eso era un carácter
distintivo de Avancso, muy notable en aquel momento.
13
Elizabeth Oglesby, «Desde los cuadernos de Myrna Mack: Reflexiones sobre la violencia,
la memoria y la investigación social», en De la memoria a la reconstrucción histórica (Guatemala:
Avancso, 1999), 23-38.
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D
IANE
N
ELSON
, B
EATRIZ
M
ANZ
, P
AULA
W
ORBY
Y
L
IZ
O
GLESBY
R
ICARDO
F
ALLA
, S. J.,
Y
LA
ANTROPOLOGÍA
EN
TIEMPOS
DE
GUERRA
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
También, dentro del equipo de Myrna, heredamos algo del rigor y la
sensibilidad humanística que Falla demostraba en sus investigaciones.
Pongo como ejemplo Masacres de la selva, en donde el lector encuentra una
larga lista de las víctimas. No se pueden pasar por alto los nombres ni las
edades. No se puede quedar en el análisis de las estrategias globales de
la represión. No, hay que conocer, minuciosamente, de qué manera, esa
represión afectó a tal comunidad, a tal familia, a tal persona. El trabajo que
Myrna lideró, también estuvo inspirado con ese mismo rigor y humanismo.
Recuerdo mucho su disciplina, al hacer preguntas precisas y repasar la
información, una y otra vez, para llenar lagunas y averiguar cosas que no le
habían quedado claras. Creo que ese rigor, puesto en práctica por Ricardo
Falla y por Myrna, ayudó a establecer un parámetro para los proyectos que
luego emergieron, al documentar las violaciones a los derechos humanos
y la memoria histórica.
Parte del rigor que Myrna compartía con Ricardo Falla, incluía reconocer
la humanidad de todos los informantes; incluso los jefes de las patrullas
civiles o colaboradores locales del Ejército, dentro de sus posiciones
sociales, a veces contradictorias. Esto no quería decir, dejar de nombrar
el horror; al contrario, significaba fortalecer el análisis, reconociendo sus
matices y partiendo de las diversas experiencias vividas por la gente.
También vemos la preocupación de Falla por entender la subjetividad de
la gente, no únicamenete en términos de su identidad como víctimas, sino
también dentro de todo el contexto histórico de la organización social y las
luchas sociales (como las cooperativas, en el caso de la historia de Ixcán).
Myrna también tenía ese interés, pues, en el momento de su asesinato,
estaba trabajando los estudios de caso de la historia social del área Ixil y del
norte de Alta Verapaz
14
.
Durante nuestro trabajo con Myrna, estaba presente siempre la cuestión
ética: ¿para qué (y para quiénes) sirve la investigación social? Creo que, en
ese sentido, nos enmarcábamos dentro de la tradición de Ricardo Falla.
14
Para un debate sobre el discurso de «víctimas» con relación a la memoria histórica, véase Rafael
Alarcón Medina y Leigh Binford, «Revisiting the El Mozote massacre: memory and politics in
postwar El Salvador», Journal of Genocide Research 16, núm. 4 (2014): 513-533.