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DE

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ROYECCIÓN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

trataba de una guerra escondida y macabra que se desataba sobre almas 
inocentes e indefensas.

En cuanto a mí, durante las próximas dos décadas, mi compromiso 
con la investigación sobre la situación de los desplazados por la guerra 
en Guatemala, se profundizaba. Trabajé con Avancso, con el Alto 
Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (Acnur); y colaboré 
con la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), entre otras 
instituciones. Me entregué de lleno a documentar, de primera mano, la 
situación de los desplazados y refugiados de la guerra, y contribuir a la 
búsqueda de soluciones a los desafíos del retorno y la reintegración.

Arrancar en ese camino fue todo un proceso. Cuando Beatriz Manz nos 
mandó a Diane Nelson y a mí, desde Estados Unidos a Guatemala para 
llevar a cabo una investigación en las zonas de guerra en 1985, llevábamos 
solamente la buena voluntad. Es decir, los pasaportes extranjeros, las caras 
canches y la ingenuidad eran lo único que teníamos a nuestro favor. En 
contraste, dentro de Guatemala, se había perdido toda una generación 
de intelectuales, ya sea porque habían sido asesinados, desaparecidos o 
exiliados, o porque las condiciones no permitían salir de la capital a hacer 
investigaciones. Beatriz nos envió a Guatemala, vía México, para buscar 
consejos de los exiliados, sobre cómo proceder dentro de Guatemala. 
También teníamos que conseguir, por parte de los guatemaltecos en el 
exilio, que nos presentaran a personas claves en Guatemala para que 
hablaran con nosotras. Esto se hizo en papelitos escritos, designándonos 
como «personas de confianza».

Diane y yo nos reunimos dos veces con Falla, en 1985, en México, como 
parte del proceso de sensibilización. Beatriz nos había compartido la 
importancia de tratar ciertos temas con delicadeza, para no poner en riesgo 
a la gente en las comunidades, sabiendo que el simple acto de hablar con 
personas en el altiplano podía provocar sospechas por parte del Ejército, 
las autoridades locales o los mismos vecinos, después de nuestra partida. 
Nuestro temor fue que algo pasara a alguien, al marcharnos nosotras. 
Falla nos sensibilizó sobre otras preguntas directas que «no se hacen», 
especialmente sobre la tierra. Nos hizo reflexionar sobre las décadas de 

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TIEMPOS

 

DE

 

GUERRA

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

estafas y manipulaciones sufridas por los pueblos, al confiar en la persona 
ajena que llegaba haciendo encuestas u ofreciendo apoyos y amistad.

Falla no solo nos aconsejó sobre qué preguntar y cómo hacerlo, sino además 
nos explicó sus métodos de cómo introducir, entre la conversación casual e 
informal, con lapicero y la hoja de papel, para apuntar unas cuantas palabras, 
que luego formarían la base para las notas de campo, que tendríamos que 
despachar fielmente, repletas de todas nuestras observaciones en cada 
oportunidad y, mínimamente, cada noche.

Tanto era su confianza en las «chavas» mandadas por Beatriz, que Falla nos 
dio el papelito de presentación para que conociéramos a Myrna Mack, una 
vez en Guatemala. Así, Myrna se convirtió también en nuestra guía desde 
Ciudad de Guatemala, en el trabajo que nos llevaría al área Ixil de Quiché 
y al norte de Huehuetenango, entre otros lugares. A raíz de esa relación, en 
1988, me integré al estudio sobre desplazados que Myrna inició en Avancso.

En aquella época, dentro de Guatemala, estos trabajos de Ricardo Falla 
circulaban en fotocopia, ya sean los artículos publicados en el extranjero o 
los trabajos inéditos (como el trabajo que hizo sobre la historia de Ixcán, 
un documento que utilicé como texto básico en aquel período, pero que 
salió publicado hasta 2015)

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. Esas fotocopias las leía, una y otra vez, 

como complemento de mi trabajo en lugares como Nentón e Ixcán y, muy 
literalmente, seguí los mapas que él había elaborado con tanta precisión. Veo 
ahora sus huellas, en mi forma de hacer preguntas e interpretar las historias 
de cada comunidad. Es una herencia que abarca desde 1985, como ya 
mencioné, hasta el trabajo con Myrna y Avancso (1988 a 1992), tal como lo 
describe Liz más adelante. Las mismas lecciones me servirían en la próxima 
década de trabajo que tuve con Acnur, cuando los refugiados guatemaltecos 
en México se organizaron para el retorno y, entre otras tareas, me tocó 
reconstruir sus historias en el contexto de los reclamos por la tierra.

Hoy día, las enseñanzas de Falla siguen vigentes para nombrar y combatir 
las injusticias sociales, tales como la falta de acceso a la tierra o, los recursos 

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 Ricardo Falla, Ixcán: el campesino indígena se levanta, Guatemala, 1966-1982, vol. 3, colección  

Al atardecer de la vida... Escritos de Ricardo Falla, sj. (Guatemala: Avancso, URL, Edusac, 2015).