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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
Falla conecta la etnografía y la justicia, y deja en claro, que uno no se
puede mantener indiferente o pasivo, cuando se atestiguan atrocidades e
injusticias. Al mismo tiempo, Falla expresa que hay que «devolver» algo a las
comunidades; que hay que contribuir y mantener una estrecha relación y no
solo extraer información. No debemos ser indiferentes al aislamiento. Como
decía Myrna Mack, muchos antropólogos extranjeros llegaban a Guatemala,
con el propósito de absorber como una esponja, pero se marchaban de las
comunidades, reticentes a divulgar la realidad o, peor aún, indiferentes al
sufrimiento, la violencia y los riesgos a los que está expuesta la población.
Creo que los etnógrafos, cualquiera que sea el enfoque que utilicemos en
nuestra investigación, debiéramos tomar en cuenta la discriminación, la
marginalización, la subyugación y las diferencias de poder dentro de las
sociedades. Estas condiciones estructurales afectan la vida, el futuro y
el tejido social de la población que sufre esas consecuencias. ¿Podemos
exponer y sugerir cambios para resolver los problemas humanos? Claro
que sí. No solo podemos, tenemos que hacerlo. Hay pocas disciplinas que
nos acercan, que nos sumergen tan personalmente y hasta cierto punto
íntimamente, en las comunidades.
Los problemas sociales en Centroamérica no han disminuido. La extrema
desigualdad continúa y se ha vuelto aún más intensa. El desplazamiento de
la población en los años ochenta fue abrumador, pero la poca disposición
a enfrentar la crisis económica y social, y la total falta de posibilidades y
opciones, agudizan las grandes migraciones fuera del país. La violencia,
la impunidad y la corrupción no cesan. Todo esto representa otro reto
para la antropología.
Si las nuevas generaciones asimilan el ejemplo de Ricardo Falla, podemos
pensar en grandes pasos por venir.
Trabajos indispensables en tiempos de guerra y posguerra
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Fue más o menos, en 1983, siendo universitaria en Estados Unidos,
mientras Ronald Reagan y su administración apoyaban las guerras sucias
en Centroamérica, cuándo y cómo me «nació la conciencia». Así, conocí el
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Escrita por Paula Worby.
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D
IANE
N
ELSON
, B
EATRIZ
M
ANZ
, P
AULA
W
ORBY
Y
L
IZ
O
GLESBY
R
ICARDO
F
ALLA
, S. J.,
Y
LA
ANTROPOLOGÍA
EN
TIEMPOS
DE
GUERRA
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
trabajo de Ricardo Falla, empezando por uno de sus artículos, publicados
a principios de 1983, sobre la masacre de 350 personas en la finca San
Francisco, Nentón, en el norte de Huehuetenango
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. Esa masacre fue parte
de una cadena de violencia: el ejército pasaba de aldea en aldea, desde
los altos de San Mateo Ixtatán a las tierras bajas de Nentón, robando,
violando, matando y quemando. La operación militar de muerte y
destrucción provocó, según lo que pudo recopilar Falla, la huida de hasta
9 000 personas hacia México, vaciando por completo, en pocos días, a
varias comunidades.
Con urgencia circulaban los escritos de Falla sobre este caso, publicados en
diferentes versiones y lugares. Fueron elementos claves del debate en aquel
momento. En 1982 y 1983, en la capital (y también fuera de Guatemala),
se cuestionaba si los rumores y reportajes sobre la tierra arrasada eran
exagerados, y si era cierto que el ejército estaba cometiendo la matanza.
El Gobierno militar de Guatemala mentía, encubría y sembraba confusión
en sus declaraciones oficiales, la prensa nacional seguía esa orientación. La
Embajada estadounidense se negaba a condenar el régimen, por sangriento
que fuera. Ante tanta desinformación: ¿a quién creer? Falla aplicó un
método científico, de antropólogo, al reto de conocer la verdad o las
verdades. Buscó a los testigos oculares, a pesar de la inaccesibilidad de las
áreas fronterizas de Chiapas en 1982. Así, realizó entrevistas detalladas con
los sobrevivientes y otros testigos ya refugiados en la frontera mexicana.
Reconstruyó los patrones de las operaciones militares y la lógica genocida de
«acabar con la semilla», con la meta de comprobar, de manera intachable, la
veracidad de los «rumores» y, a la vez, demostrar la responsabilidad estatal.
Además, en aquel momento tan crítico, Falla no se limitó a la denuncia y
al testimonio, sino buscó explorar las complejidades y las contradicciones;
contando algo de la tenencia histórica de la tierra, las actitudes benignas
o crueles, por parte de los terratenientes, y las opiniones variadas, por
parte de los campesinos, hacia el ejército y la guerrilla. Es decir, no ignoró
los elementos complejos, aún en el momento de gritar al mundo, que se
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Ricardo Falla, «The Massacre at the Rural Estate of San Francisco, July 1982», Cultural Survival
Quarterly 7, núm. 1 (1983): 43-45.