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ANTROPOLOGÍA

 

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DE

 

GUERRA

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

cosas: una realidad social que clamaba por una praxis más profunda y 
una antropología desarrollándose dentro del país que buscaba asumir ese 
desafío. A manera de ilustrar, describo mi experiencia en Quiché en 1973.

En el primer año de mis estudios de doctorado en antropología, en Estados 
Unidos, realicé un curso sobre los mayas en Guatemala. El profesor me 
ofreció ser su asistente en el verano de 1973, en un proyecto de investigación 
que realizaba, desde hacía varios años, en el altiplano de Guatemala. Siendo 
yo de Chile, se me hizo fácil aceptar este trabajo, pues ya había tomado un 
curso sobre el tema.

El plan consistía en recolectar información sobre costumbres, relaciones 
comunales y familiares, calendario agrícola, clanes y, sobre todo, ubicar 
lugares sagrados, situándolos en el mapa del municipio. La orientación fue 
bastante clara: existe estabilidad y tranquilidad, armonía comunal y con 
la tierra. Los K’iche’ giran en torno a su mundo local, me decían, con sus 
costumbres y su ritmo, como lo han hecho por siglos.

Una vez finalizada nuestra orientación, subimos a la tierra fría de Quiché. 
Yo me sentía bien preparada con todo el conocimiento adquirido en la 
universidad, en especial, por haber leído a los grandes de la antropología 
norteamericana. Sin embargo, fue para mí notable, lo que observé al visitar 
los caseríos en las montañas más remotas del municipio, donde a pesar 
del frío en esas tierras tan altas, me tocó ver adultos y niños descalzos, 
con lodo entre los dedos de los pies y los pantalones rotos. Además, nadie 
hablaba español y muchos de sus niños estaban malnutridos. Como nos 
habían preparado, nada de eso tenía importancia, en el se supone aceptable 
mundo de estos campesinos, según estos antropólogos. Me preguntaba: 
¿Será que no sienten el desprecio y la indiferencia social?

Después de unas semanas, al terminar con el listado obligatorio y 
preestablecido de preguntas, decidí incorporar, por mi propia cuenta, 
preguntas generales sobre la población y el municipio. Nada muy 
complicado o controversial: «¿Cómo están?» «¿Hay algo más que quieran 
compartir?» «¿Qué tal la vida?» «¿Cómo les va?»