fondo; el vínculo se solidificó, al punto de no desear vivir el uno sin el otro.
Es aquí donde Falla vuelve a recordar las palabras que en alguna ocasión
pronunció proféticamente Fernando Hoyos: «es en el pueblo donde se
siente la presencia de Dios».
En ese tiempo el padre «Marcos» –o el compañero «Marcos»– desaliñado,
con barbas crecidas y la mirada llena de selva e inclemencias, llevaba
continuamente, su lápiz y su papel, su cuaderno de entrevistas en su
mochila, aunque no llevara comida. La práctica del trabajo de campo
antropológico se convirtió en otra forma crucial para poder hacer justicia a
su manera, ser la voz y el portador de las verdades de estas personas ante el
mundo. Sus voces silenciadas y las atrocidades sufridas no podían quedarse
en el olvido. Era justo, por lo menos, que el mundo se enterara de lo que
el Estado guatemalteco estaba cometiendo en contra de estos grupos de
ciudadanos, hasta ahora olvidados. Así, después de hacerles compañía por
un tiempo «corto pero intenso», llegó la separación y con ella la necesidad
de hacer pública la resistencia heroica de la CPR; los crímenes cometidos
en su contra, la forma de su organización y sus tácticas de convicción y
sobrevivencia en la selva.
El mundo debía enterarse de las barbaridades que el Estado guatemalteco
cometía contra la población indígena campesina, así como de lo absurdo
y criminal de estas acciones. Se trataba de hacer evidente una estrategia
oficial de defensa de los intereses del status quo, marcada por el desenfreno,
la sinrazón y lo que consideramos una ofensiva de aniquilación sistemática
de población en posibilidad –según su criterio libertario y hegemónico–,
de sublevación y pretensión de cambio de régimen político. Ricardo Falla
decidió utilizar el tiempo de su alejamiento de la CPR para ordenar, escribir
y anunciarle al mundo las malas nuevas de esta realidad inconcebible. Fue
un tiempo para reflexionar, madurar ideas y nuevas intervenciones en su
próxima inserción en la CPR.
Y esta voz anunciante ante el mundo no podía ser de otra forma, dadas
la crueldad, la persecución planificada como estrategia y la tentativa de
aniquilación de comunidades que se desplazaban por la selva, vadeando
al ejército, evitándolo, sobreviviendo y resistiendo por más de doce años.
De ello da testimonio Ricardo Falla y de su vida entre la población que
238
U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
vivió la ira y la violencia con la que se bombardeó, ultrajó y masacró a
estas comunidades.
La estrategia militar de aniquilamiento de las CPR, en su visión distorsionada
desde el poder, consideraba a los pobladores como «manzanas podridas».
La acusación imperdonable era que las comunidades campesinas se
habían convertido en apoyo de la guerrilla, que representaban el mismo
movimiento –lo cual era errado– y que, la única solución sería su
erradicación o exterminio. En el permanente holocausto que provocó el
ejército, estas poblaciones acarrearon el «pecado mortal» de desafiar al
sistema al atreverse a colonizar Ixcán y convertirse, a inicios de los años
ochenta, en productores y proveedores de alimentos para la guerrilla, a
cambio de protección contra el ejército. Esto volvería su condena y serían
perseguidos implacablemente. Por ello, estas comunidades se consideraron
sujetos perseguibles, pues habían sido contagiados, según el poder
hegemónico, por el mal representado por los únicos grupos protectores
que los acogieron y cuidaron como a su propia familia.
Este fue el acompañamiento de la ETP o pastoral en tiempos de guerra,
con su presencia, con su escuchar, consolar y fortalecer la esperanza y la
fe. Ambos, ETP y el equipo de pastoral de acompañamiento de las CPR,
aportaron mártires pero, al fin, lograron su propósito más entrañable, que
la mayoría de las personas en las comunidades en resistencia sobrevivieran;
con visión de futuro, a estos tiempos de amargura. Tanto el ETP como el
acompañamiento personal del padre Falla se convirtieron en los canales
mediadores y testigos, para que su voz se pudiera escuchar en el mundo,
a través de sus memorias y sus vivencias. Hoy tenemos el privilegio de
escuchar uno de los recuentos protegidos en el corazón del padre Falla,
o muy cercano a él, en su hojita de papel, envuelta en una bolsita plástica
y sus cuadernos de entrevistas, en su mochila. Lo que nos compromete a
no olvidar.
Al final, con esta nueva edición de Historia de un gran amor, como lo comparte
su autor, la intención no es mantener abiertas antiguas heridas, sino ejercer
el derecho a recordar, a mantener cerca a la familia perdida, y el derecho
a su tributo. Necesitamos que la historia se conozca para evitar, que en el
futuro, nuestra sociedad vuelva a cometer los mismos errores. Pero, las
239
R
ICARDO
E. L
IMA
S
OTO
D
E
LUCHAS
Y
AMORES
:
LAS
CPR
Y
SU
FORMA
DE
VIDA
EN
RESISTENCIA
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.