El amor que percibimos, en el vínculo entre Ricardo Falla y las CPR, 
es un amor que «promueve», que está pegadito al ser y, por ello, se hace 
«prójimo». No le impone caprichos ni quiere poseerlo. Es un sentimiento 
que valora, identifica como ser único, lo impulsa para que este pueda, 
plenamente, ser por sí mismo; un ser autónomo, propio, incluso en la 
desgracia, o especialmente en ella, cuando se hace imprescindible. Esta es 
la actitud, la voluntad y el impulso de nuestro autor, desde que escucha el 
llamado y va, irrevocablemente, al encuentro con su «amada».

Así, nos involucramos en este relato de vivencia y memoria, pero al poco 
tiempo, hace descubrirnos en una realidad humana de la que nos vuelve 
partícipes, y ya no es ajena, ya no es lejana. Es, en cuanto a una toma de 
autoconciencia, como un «vuelco del alma» similar a lo que Mallarmé

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llamó un «salto mortal», es decir, es un suceso que se enquista en el alma, 
de manera tal que, sin dar tiempo a hacerlo racional, nos involucra en un 
compromiso, con la función de no quedarnos inmóviles y pasivos ante 
acontecimientos tan inhumanos que suceden ante nosotros, con descaro 
e impunidad. 

Es con el llamado que nos fuerza a hacer algo por los desamparados, a 
través del acompañamiento a la comunidad, con el cuerpo y con el alma, 
como Ricardo Falla nos muestra lo imprescindible de solidarizarnos ante 
el dolor y los desvalidos, ante las personas que no requieren de dádivas, 
sino de presencia y afecto. Comprendemos, entonces, cómo se llega a 
estar obligados éticamente, a brindar compañía, alivio ante un permanente 
martirio. Vemos que Ricardo Falla se manifiesta, tanto por sus buenos 
recursos de escritor, sus maneras de describir, explicar y analizar los 
hechos y las historias; como por la forma en que nos conduce y nos 
involucra. Nos convoca y hacemos causa con él también, porque es capaz 
de llevarnos ante «la amada» y nos enseña cómo es un ser que solo puede 
y debe ser amado.

El proceso de conocer y convivir con las personas que formaron las CPR 
tiene también aspectos de significación más relacionados con la creación 
de la historia, tradición, memoria, valores; incluso con el ordenamiento 

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 Poeta francés del siglo XIX, en su obra más tardía: Un coup de dés jamais n’abolira le hasard, de 1897.

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U

NIVERSIDAD

 R

AFAEL

 L

ANDÍVAR

V

ICERRECTORÍA

 

DE

 I

NVESTIGACIÓN

 

Y

 P

ROYECCIÓN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

y el conocimiento del mundo cultural. Regida por la temporalidad, lo 
cercano y lo distante, lo efímero y lo eterno; la identidad se vincula con la 
historia de la comunidad cuyo entorno inmediato se torna en imágenes y 
afectos, en memoria actual. Las comunidades se adecuan a sus constantes 
desplazamientos y a las adaptaciones que implican el no tener un lugar 
estable como residencia; tener que cultivar, de manera furtiva y apresurada; 
ver el brote de su labor, quemado y perdido; acarrear la memoria fresca y 
ardiente de sus parientes y sus pueblos arrasados.

Territorios donde se reunieron poblaciones de origen Q’eqchi’, Q’anjob’al, 
K’iche’, Mam, Kaqchikel,
 afectadas por el mismo terror, acostumbradas a la 
tradición de cultivo y comercio mínimo, de subsistencia y, sin embargo, 
preguntándose cuáles eran las razones para ser odiados y perseguidos por 
gente que no conocían…, ¿qué mal les podían haber hecho?

Los elementos que conforman las culturas son vitales en la adaptación 
particular de los grupos humanos a la diversidad de entornos. El contacto 
entre culturas es complicado, lento, dificultoso. El padre Falla tuvo que 
integrarse a un mundo muy distinto al suyo, donde su idioma y su cultura 
eran diferentes a los de la población que ahora acompañaba. Su vocación 
de servicio, la persuasión que ya sentía, desde sus experiencias compartidas 
con obreros y campesinos en otros lugares; su solidaridad, que brotó 
como un manantial incontenible; y su tenacidad, a través del consuelo, 
como medio para contagiar anhelos de justicia y esperanza, contenían 
determinación y, por lo tanto, energía que contagiaba vida. Sin embargo, 
no era cuestión únicamente de buenos deseos, tenía que involucrarse y 
vivir junto a las comunidades. Esto requirió de sus mejores virtudes como 
pastor y como científico social, de maneras, incluso, desconocidas para él. 

Su humanismo espontáneo y honesto, su entrega corpórea y espiritual a las 
causas de la comunidad, le permitieron ganar la confianza y la sinceridad 
de las personas que, a partir de ahora, serían su propia familia. Personas 
con memoria sangrante y urgencia humana de contar, de expulsar aquellas 
vivencias que permanecían crudas y abiertas, que debían ser sanadas 
por medio de procesos individuales y colectivos de contar, de charlas 
espontáneas; pero que también sanarían mejor, con su acompañamiento 
espiritual y esperanzador. Sobrevivieron juntos, se conocieron muy a 

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R

ICARDO

 E. L

IMA

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E

 

LUCHAS

 

Y

 

AMORES

LAS

 CPR 

Y

 

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FORMA

 

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VIDA

 

EN

 

RESISTENCIA

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.