y otras escasas pertenencias, en su desesperada carrera. Sin embargo, para 
Falla y su equipo, Ambrosio y su grupo se convirtieron, prácticamente, 
en la «Providencia Divina» y, aun siendo los más pobres entre los pobres, 
los más desamparados y ultrajados; se alegraron de ver a Marcos

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 y a 

su equipo pastoral, y con regocijo y afecto solidario, compartieron los 
escasos alimentos rescatados en su precipitada huida con ellos. En medio 
de la selva y a pocos minutos de haber estado en riesgo, tan cerca de una 
muerte segura, ¿cómo no sentirse amados y amadores de estas personas 
tan benditas, dispuestas a compartir el banquete? Esa tarde comieron caldo 
de gallina y tortillas.

Esta puede ser una manera de convocarnos a superar la temporalidad y 
así poder sumergirnos con él (Falla) y con ella («la amada») entre la selva 
de Ixcán, hace unos veintitantos años, y caminar los mismos senderos. 
Al asumir ser parte de estas comunidades, de forma simbólica, afectiva 
y solidaria, podremos entonces recrear la convivencia, solo gracias a que 
Ricardo Falla fungió como pastor y como etnógrafo. Cuidó con delicadeza 
de las almas, escuchó sus historias, alimentó juntos a ellos, ideales y anhelos 
de paz y bienestar que colmó de energía y determinación, hasta convertir 
la «resistencia» en un modelo de vida. El diario y el cuaderno de entrevistas 
de Falla, sus instrumentos preciados, su disciplina y su mejor memoria 
de campo, nos permiten hoy conocer estos pedacitos de la historia de 
comunidades indígenas, tan distantes y tan olvidadas, tan invisibles para el 
país, que podrían muy fácilmente no ser contadas jamás. 

La voz de las comunidades no se habría escuchado más allá de la selva, 
de no ser porque para Ricardo Falla aprender a amar con tanta fuerza y 
determinación a su amada, se convertiría en su razón de vivir y de estar 
dispuesto a morir. El diario y el cuaderno son la fuente para este libro donde 
Falla se declara vinculado con el sentimiento que lo une, para siempre, con 
las comunidades en resistencia. Pero también son fuente para varias de sus 
obras publicadas, ahora, 30 años después, junto a otros de sus escritos más 
recientes, en la colección «Al atardecer de la vida…», que no se publicaron 
en su momento, para no comprometer la seguridad de los protagonistas de 
las narraciones, ni la del autor.

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 «Marcos» era el seudónimo de Ricardo Falla cuando se encontraba acompañando a las CPR.

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U

NIVERSIDAD

 R

AFAEL

 L

ANDÍVAR

V

ICERRECTORÍA

 

DE

 I

NVESTIGACIÓN

 

Y

 P

ROYECCIÓN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

Lo incomprensible es cómo estos grupos de ciudadanos, tan difusos 
en la vida pública de la nación, pudieron convertirse en un riesgo para 
la seguridad del Estado, hasta precipitar la ira y la violencia, a través de 
acciones de guerra inaceptables. En su conflicto, en su guerra, su enemigo 
a confrontar, era el Ejército Guerrillero de los Pobres, no los pobres; y en 
estos, desarmados y confundidos, descargó su bestial revancha.

Por supuesto, la convivencia del padre Falla en las CPR, a través de su 
apoyo con la fe y la mediación testimonial, se convirtieron en relatos llenos 
de evidencias y de sentido que nos ayudan a apropiarnos, tanto de sus 
componentes axiológicos, profundamente humanos –lo afectivo, lo que se 
sufre, lo que se teme, lo que se siente cuando se vive en estos límites, entre 
la falta de todo lo material y la abundancia de lo absurdo–, como los de 
otros componentes, lo que las personas piensan y sienten cuando se vive 
en estos espacios de escasa cordura y ninguna explicación.

La existencia compartida, como miembro de la comunidad, contiene 
el impulso energético que compromete, pasa arrasando y no permite 
detenerse para dudar, ni un segundo, de lo importante. Es en lo que se 
convierte el nexo eterno con «la amada»; la eternidad de Ricardo Falla, 
en su apego íntegro como ser de conciencia, como ser de ayuda, a través 
de la solidaridad y la redención. En su acompañamiento, se ve la esencia 
ética del autor, cuando apreciamos en la lectura del libro cómo ejerce 
sus capacidades, habilidades y su entrega pastoral como la persona que 
entiende, que comparte y quien se vuelve uno con ellos hasta confundirse, 
hasta convertirse en familia y vivir en el mismo afecto. Su presencia es 
profundamente ética, porque su amor no es un amor mundano. No 
busca un producto.  No ve al «ser en resistencia» como alguien física y 
espiritualmente débil y vulnerable que podría ser utilizado para extraerle 
cualquier ventaja. Este ser sobrevive, en las más terribles condiciones, 
indefenso, incómodo, temeroso y perseguido. Es tan supremamente 
noble la manera de determinar su existencia, que su impulso no le permite 
entregarse, arrodillarse y darse por vencido; por el contrario, se llena de 
espíritu hacia otra noche de calma y hacia otro amanecer. Es un ser que 
se resiste y que anhela. Se sostiene y se torna necio para no claudicar al 
abandonar su tierra. Se niega al olvido del sacrificio que sufrieron sus 
hermanos, los que vió caer y son parte de la propia sangre inmolada. 

235

R

ICARDO

 E. L

IMA

 S

OTO

D

E

 

LUCHAS

 

Y

 

AMORES

LAS

 CPR 

Y

 

SU

 

FORMA

 

DE

 

VIDA

 

EN

 

RESISTENCIA

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.