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U
NIVERSIDAD
R
AFAEL
L
ANDÍVAR
V
ICERRECTORÍA
DE
I
NVESTIGACIÓN
Y
P
ROYECCIÓN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
de las cooperativas, desde el despotismo parlamentario de la asamblea de
socios y su líder, hasta llegar al gobierno de una junta directiva, en celosa
competencia con las instancias estatales y eclesiales que iban penetrando su
jurisdicción territorial, a medida que declinaba el aislamiento.
Esta disfuncionalidad fue exacerbada con la introducción del movimiento
carismático que «creó un torbellino inesperado de religiosidad sin conexión
orgánica con la estructura cooperativa»
56
. El desarrollo del carismatismo
expresó una fractura esencial entre los cooperativistas: dejaron de tener una
posición oficial y, relativamente indivisa, frente a la guerrilla y el Ejército.
Algo parecido ocurrió con la tímida, pero significativa, aparición de grupos
evangélicos. No menos disfuncionalidad, agregaban los diferentes niveles
de poder de las cooperativas y la competencia por el liderazgo de unas
cooperativas con otras. Por eso:
Había discusión y molestias a veces a (sic) acerca del nivel que se había utilizado
para la solución del problema, si se había ido por ejemplo directamente a la reunión
del centro sin pasar por el diálogo con testigo entre dos o si se había saltado
peligrosamente hasta el destacamento [militar] sin respetar la organización del
pueblo
57
.
Hablo de disfuncionalidad, no para sugerir que la cooperativa manejaba
mal la autoridad, sino para señalar que se había roto la línea jerárquica que
iba desde el poder estatal. Se habían encontrado alternativas a las líneas
jerárquicas del poder eclesial y, todo ello, producía fricciones y minaba la fe
en la omnipotencia y omnisapiencia de la autoridad. Tantos poderes sobre
la mesa de juego vinieron a relativizarse unos a otros.
Es poco probable que, sin la presencia de guerrilleros insertos en una
organización nacional, los choques entre el ejército y los ixcanecos hubieran
derivado en un foco guerrillero. Ni siquiera los más elementales asuntos de
logística se habría resuelto, sin el apoyo internacional y de las redes con las
que contaba la guerrilla. Quizás los más osados podrían haber canalizado
su descontento y deseo de revancha en alguna forma de bandolerismo
rebelde. Pero esto es mera especulación. Lo que no es especulación
es que en el análisis de Falla hay suficientes indicios de que el terreno
56
ibid., 183.
57
ibid., 125.
219
J
OSÉ
L
UIS
R
OCHA
L
A
POLÍTICA
DE
LA
GENTE
SIN
POLÍTICA
EN
I
XCÁN
Entrega especial Ricardo Falla, S. J.
estaba ya preparado para la rebeldía y para el desafío a los poderosos, con
autoridad degradada. Los cooperativistas crearon un nuevo gobierno,
un autogobierno: el manejo de la economía, la escuela, el consumo de
alcohol, etc. estaban en manos de la cooperativa. Habían pasado de un
estadío no explícitamente político, a convertirse en movimiento social.
Funcionaban como una pequeña comuna y, aunque no estaban libres de las
imposiciones de una cúpula, lo novedoso es que era una cúpula compuesta
por indígenas que obraba dentro de los márgenes establecidos por una
democracia directa. Habían, pues, trastocado la jerarquía tradicional. Los
indígenas habían dejado de comportarse conforme a las reglas diseñadas
para los indígenas, y esto probablemente produjo un cortocircuito en
los estereotipos que los soldados tenían de los indígenas. Saltaron, desde
la expresión de su descontento en un discurso oculto –una «conducta
política fugitiva» que predomina entre los grupos subordinados
58
–, hacia
su canalización en discursos públicos. Los cooperativistas habían roto el
balance óptimo –para los dominantes–, entre discursos públicos y discursos
ocultos, corriendo amenazadoramente, la línea de lo que puede ser dicho
abiertamente. Y esto significa, según Scott, que los dominantes habían
perdido terreno, pues la frontera entre los discursos públicos y privados es
una zona en constante lucha, y la cantidad de malestar, que solo puede ser
expresado como discurso oculto, es un termómetro del poder
59
.
El evangelismo también tuvo un importante contenido de reivindicación
étnica por «la transmisión del mensaje en lengua indígena»
60
. Desde el
reclamo de una expresión identitaria, los evangélicos desafiaron el discurso
civilizatorio convencional, construyendo lo que Castells llama una
trinchera étnica de resistencia
61
. El evangelismo ya era, en sí mismo, una
trinchera de resistencia a la hegemonía católica, a la que había arrebatado
el monopolio de los bienes simbólicos de salvación, rompiendo la
homogeneidad del paisaje religioso. Los laicos catequistas, delegados de la
palabra y animadores católicos tenían un protagonismo, nada despreciable
en la vida religiosa. Pero solo el poder de un pastor evangélico indígena
podía ser equiparable al que tenían los sacerdotes –los tres eran ladinos
58
Scott,
Domination and the arts of resistance, 17.
59
ibid., 14.
60
Falla,
Ixcán: el campesino indígena se levanta, 202.
61
Castells,
The power of identity, 2.