218

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V

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DE

 I

NVESTIGACIÓN

 

Y

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ROYECCIÓN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

de las cooperativas, desde el despotismo parlamentario de la asamblea de 
socios y su líder, hasta llegar al gobierno de una junta directiva, en celosa 
competencia con las instancias estatales y eclesiales que iban penetrando su 
jurisdicción territorial, a medida que declinaba el aislamiento.

Esta disfuncionalidad fue exacerbada con la introducción del movimiento 
carismático que «creó un torbellino inesperado de religiosidad sin conexión 
orgánica con la estructura cooperativa»

56

. El desarrollo del carismatismo 

expresó una fractura esencial entre los cooperativistas: dejaron de tener una 
posición oficial y, relativamente indivisa, frente a la guerrilla y el Ejército. 
Algo parecido ocurrió con la tímida, pero significativa, aparición de grupos 
evangélicos. No menos disfuncionalidad, agregaban los diferentes niveles 
de poder de las cooperativas y la competencia por el liderazgo de unas 
cooperativas con otras. Por eso:

Había discusión y molestias a veces a (sic) acerca del nivel que se había utilizado 
para la solución del problema, si se había ido por ejemplo directamente a la reunión 
del centro sin pasar por el diálogo con testigo entre dos o si se había saltado 
peligrosamente hasta el destacamento [militar] sin respetar la organización del 
pueblo

57

.

Hablo de disfuncionalidad, no para sugerir que la cooperativa manejaba 
mal la autoridad, sino para señalar que se había roto la línea jerárquica que 
iba desde el poder estatal. Se habían encontrado alternativas a las líneas 
jerárquicas del poder eclesial y, todo ello, producía fricciones y minaba la fe 
en la omnipotencia y omnisapiencia de la autoridad. Tantos poderes sobre 
la mesa de juego vinieron a relativizarse unos a otros.

Es poco probable que, sin la presencia de guerrilleros insertos en una 
organización nacional, los choques entre el ejército y los ixcanecos hubieran 
derivado en un foco guerrillero. Ni siquiera los más elementales asuntos de 
logística se habría resuelto, sin el apoyo internacional y de las redes con las 
que contaba la guerrilla. Quizás los más osados podrían haber canalizado 
su descontento y deseo de revancha en alguna forma de bandolerismo 
rebelde. Pero esto es mera especulación. Lo que no es especulación 
es que en el análisis de Falla hay suficientes indicios de que el terreno 

56

 ibid., 183.

57

 ibid., 125.

219

J

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POLÍTICA

 

DE

 

LA

 

GENTE

 

SIN

 

POLÍTICA

 

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 I

XCÁN

Entrega especial Ricardo Falla, S. J.

estaba ya preparado para la rebeldía y para el desafío a los poderosos, con 
autoridad degradada. Los cooperativistas crearon un nuevo gobierno, 
un autogobierno: el manejo de la economía, la escuela, el consumo de 
alcohol, etc. estaban en manos de la cooperativa. Habían pasado de un 
estadío no explícitamente político, a convertirse en movimiento social. 
Funcionaban como una pequeña comuna y, aunque no estaban libres de las 
imposiciones de una cúpula, lo novedoso es que era una cúpula compuesta 
por indígenas que obraba dentro de los márgenes establecidos por una 
democracia directa. Habían, pues, trastocado la jerarquía tradicional. Los 
indígenas habían dejado de comportarse conforme a las reglas diseñadas 
para los indígenas, y esto probablemente produjo un cortocircuito en 
los estereotipos que los soldados tenían de los indígenas. Saltaron, desde 
la expresión de su descontento en un discurso oculto –una «conducta 
política fugitiva» que predomina entre los grupos subordinados

58

–, hacia 

su canalización en discursos públicos. Los cooperativistas habían roto el 
balance óptimo –para los dominantes–, entre discursos públicos y discursos 
ocultos, corriendo amenazadoramente, la línea de lo que puede ser dicho 
abiertamente. Y esto significa, según Scott, que los dominantes habían 
perdido terreno, pues la frontera entre los discursos públicos y privados es 
una zona en constante lucha, y la cantidad de malestar, que solo puede ser 
expresado como discurso oculto, es un termómetro del poder

59

.

El evangelismo también tuvo un importante contenido de reivindicación 
étnica por «la transmisión del mensaje en lengua indígena»

60

. Desde el 

reclamo de una expresión identitaria, los evangélicos desafiaron el discurso 
civilizatorio convencional, construyendo lo que Castells llama una 
trinchera étnica de resistencia

61

. El evangelismo ya era, en sí mismo, una 

trinchera de resistencia a la hegemonía católica, a la que había arrebatado 
el monopolio de los bienes simbólicos de salvación, rompiendo la 
homogeneidad del paisaje religioso. Los laicos catequistas, delegados de la 
palabra y animadores católicos tenían un protagonismo, nada despreciable 
en la vida religiosa. Pero solo el poder de un pastor evangélico indígena 
podía ser equiparable al que tenían los sacerdotes –los tres eran ladinos 

58

 Scott, 

Domination and the arts of resistance, 17.

59

 ibid., 14.

60

 Falla, 

Ixcán: el campesino indígena se levanta, 202.

61

 Castells, 

The power of identity, 2.